Un 30 de septiembre de 1933 nacía Agapito Mur Mur en casa Dorotea de Chía. Hijo de María Mur Pallaruelo, de casa Dorotea, y de Agapito Mur Rivera, de casa Garsía. Hace hoy 87 años. Asistió el parto María Artiga Barrau, de Oros, la mejor comadrona que ha habido; si estaba ella no había que llamar al médico, nos dice Agapito.
¿Cuántos hermanos fueron?
Dos hermanos: Yo, el mayor, y José María, diez años menor que yo.

¿Qué recuerdos tiene de sus padres?
Mi padre trabajó mucho para sacarnos adelante. Mi madre hacía las tareas del hogar y ayudaba a mi padre. Cuando tenía cuatro años nos fuimos a vivir a casa Cornel, mis padres estuvieron de medieros allí 10 años.
¿Cómo pasó la guerra?
Me acuerdo de poco. Recuerdo que fuimos a Serquedo andando. Como era pequeño y me cansaba, me llevaron a colletas (sobre los hombros). Nos refugiamos en una cueva, tapados con mantas. Estábamos unos veinte. Oíamos pasar a los aviones.
También que estaba cuidando las ovejas con José de Garsía y vinieron los maquis, que se llevaron cuatro ovejas. Volvimos a Chía para avisar y subieron todos a recoger los animales y guardarlos en sus corrales.

¿Qué recuerda del colegio?
Éramos seis o siete de mi edad. Me gustaba mucho ir. Entonces había mucha juventud en el pueblo. Tuvimos de maestro a Don Vicente Bitrián. También a María de Sinet, que nos daba clase en la cocina de su casa durante la guerra.
¿A qué jugaban?
Al redondet, tamé se diba chugá als pitos. Y a las cruses. Los sábados jugábamos en la plaza a las quillas, con María de Sinet. Don Vicente marchaba ta Huesca. Y cuando ya fuimos mayores, jugábamos al guíñate en casa Matías.
¿Cómo se pasaban las noches de invierno?
Junto al fuego y quietos allí hasta la hora de acostarse.
¿Hizo la mili?
Estuve 24 meses en Melilla, fue muy duro. Fuimos varios del valle. Fermín fue llorando todo el camino. En Barcelona cogimos un barco. Cuando embarcamos nos dieron un plato de lentejas y a dormir. Llegamos al día siguiente, corte de pelo al raso y al cuartel. A mi me mandaron a transmisiones. Volví sólo una vez a Chía en dos años, gracias a que casa Castán me consiguió un permiso.
¿Ha trabajado fuera de Chía?
A los 15 años empecé a trabajar en El Run, en casa Molinero, hasta los 25. Iba y venía pel canto del túnel, a peu. El panadero que venía de El Run no me quería llevar en su camioneta, no era buena persona. Traímos madera del monte y la trabajaban en la sierra. Cada semana salían dos camiones para Barcelona.
Trabajé en la construcción hasta la jubilación. Los fines de semana iba por los pueblos de la zona a repartir vino con Angel Ballarín, de Castilló. Me gustaba mucho, conocíamos mucha gente. En todos los pueblos nos invitaban a almorzar o a comer: els palomos que nos feba una dona de Piedrafita, las comidas en Aneto, Liri, Capella, Torrelabad… Íbamos a cargar a Cariñena y luego llevábamos el vino a los pueblos. ¡Las cocas que traía de Cariñena estaban buenísimas!
¿Cuándo se casó?
El 2 de mayo de 1964, con Anita de casa Riu, la hermana de Florencio. Ella tenía 30 años. Yo 31. Fuimos de viaje de novios a Madrid. Hemos tenido tres hijos: Laura, Germán y David. Laura ese casó en 2000 con Gabriel y en 2002 nació mi nieto Víctor.
Anita era muy trabajadora, yo estaba fuera de ocho de la mañana a ocho de la tarde. Ella se encargaba de la casa, los hijos, de ordeñar, limpiar la cuadra… Murió en 2010. Fue muy duro quedarme solo. Me fui a Tortosa a vivir con mis hijos. Al principio lo pasé mal, pero con el tiempo la experiencia ha valido la pena. He conocido la vida cerca del mar, los pueblos de aquí, la playa, la comida marinera. Me gusta mucho.
¿Cuál es su comida preferida?
Los caracoles a la llauna, la paella, las setas y las coquetas.
¿Alguna afición?
El fútbol y coger setas.
¿Le gustaba ir de fiesta?
¡Toma, claro! Anaban caminan. Una vez fuimos a Sesué y al volver la noche era tan oscura que no veíamos nada. Subimos hasta Chía con fajos de paja en la mano que íbamos encendiendo para alumbrarnos.
¿Algo que comentar sobre un invento del siglo XX?
Cuando trajeron la primera televisión, la pusieron en los porches para que todos pudiéramos ver un partido de fútbol de la selección española. Fue un gran acontecimiento. Luego, poco a poco, las casas fueron comprando televisores.
¿Qué destacaría de la vida pasada en Chía?
Recuerdo con agrado las lifaras y los bailes en casa Santamaría. Hacíamos venir a Escané, un acordeonista. Cobraba cuatro duros si le dábamos de dormir y comer. Els dimenches veniba ta Chía y febam ball a qué Santamaría. También eran especiales las comidas en casa Matías, la madre de Conchita cocinaba muy bien los conejos y las liebres. Era muy buena mujer.
¿Qué deben conservar las nuevas generaciones?
Mi ilusión es que se conserve el pueblo, que siga adelante, y que no se olviden las tradiciones. Me produce mucha tristeza ver que se cierran las casas para siempre. Cada vez que me voy de Chía y cierro la puerta, me entra una pena enorme.
¿Cómo le gustaría ser recordado?
Como alguien humilde, trabajador y dispuesto a ayudar en lo que hiciera falta.
¿Un deseo?
Que pase esta pesadilla del COVID, me dio mucha pena que no hubiera fiestas y no poder ir en romería a La Encontrada. Será difícil que todo vuelva a ser como antes.
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