
Va transcurriendo el otoño, los días se hacen progresivamente más cortos, llega el frío y con él, la nieve. Tenemos dos refranes sobre la nieve a principios de noviembre:
Ta tots Santos la neu al nas, si no per debán, per detrás.
Ta tots Santos ya yé la neu allagalto.
Y, efectivamente, ya tenemos nieve en las cumbres del valle, a partir de 1.800-2.000 metros. Ya se sabe que «Año de nieves, año de bienes»… Falta nos hace.
El día de Todos Santos se solía «escodá» las corderas. Se les cortaba la cola antes de empezar el viaje de la tashumancia. Este gran apartado de los pastores y las ovejas, lo abordaremos poco a poco, junto con otros trabajos de la dona y el home de la montaña.

Como ya hemos recolectado las avellanas, recuperamos hoy el refrán de An de abellanas, donas preñadas. En todo el Valle de Benasque hay avellaneros, especialmente en Chía. Es un refrán interesante porque hace referencia a un recurso alimenticio importante; cuando aún no se había introducido la patata en el cultivo y la alimentación de los montañeses, que fue a finales del siglo XVIII tal y como explicamos el 10 de mayo https://villadechia.es/?s=patata, el tener una buena cosecha de avellanas evitaba la desnutrición y con ello la amenorrea por hambre (la falta de menstruación por alimentación deficiente). Si la mujer no estaba desnutrida, tenía sus reglas y así podía quedarse embarazada y, al tener aporte de nutrientes de calidad, los embarazos llegaban a buen término. Nuestras bisabuelas y sus abuelas no conocían la composición de las avellanas, pero sí que habían observado que, el año que había avellanas, había más embarazos y que los niños venían mejor. Hoy sabemos que su consumo aporta ácido fólico (vitamina del grupo B) que favorece el adecuado desarrollo del sistema nervioso del feto durante el embarazo. Y este refrán, es el resultado de esas sabias observaciones.

Las avellanas son fuente de nutrientes y antioxidantes para nuestra organismo, como todos los frutos secos. Unas 20 avellanas aportan 130 calorías y son un aperitivo repleto de grasas saludables, antioxidantes, minerales, vitamina E y proteínas. Las grasas de la avellana (ácido oléico en su mayoría) tienen efecto cardioprotector, ya que favorecen el equilibrio en los niveles de colesterol HDL (bueno) y LDL (malo).
Las avellanas nos dan pie a recuperar una palabra en patués poco conocida: sorisóns, que es el «recipiente» (verticilo de brácteas) en el que se desarrolla la avellana. En español, «involucro». No trobarás mai cap de abellana sin sorisóns (no encontrarás nunca una avellana sin involucro), leemos en el diccionario de Ángel Ballarín Cornel.
Hemos localizado otro refrán, más propio de los meses de cosecha: Cuan desde Chía, pel maitino, se sienten las campanas de Gabás, aigua detrás. Quizás porque al tocar las campanas «avisaban» a Chía que llegaba la lluvia, o quizás porque «haciendo ruido» con las campanas pretendieran alejar, disipar o atenuar la tormenta de Gabás y el agua acababa cayendo en Chía. La técnica de las campanas estaba muy extendida en un tiempo en el que las telecomunicaciones eran escasas o inexistentes. Las campanas del Monasterio de Santa María (s. XII) en Villaverde de Sandoval (León) se han seguido utilizando para avisar de la llegada de las tormentas, a pesar de que está abandonado hace años; los habitantes seguían un orden «de guardia» para tocar las campanas en cuanto se vieran asomar las nubes y no paraban hasta que habían pasado. En la campana San Jaime de la catedral Reus, se podía leer: «Alejo el pedrisco, deshago el trueno y la nube amenazadora». Forma parte de la «leyenda del poder mágico de las campanas».

De los diferentes toques o lenguaje de las campanas hablaremos otro día. Ya comentamos que Joaquín Pons Ballarín (1903-1981) de Llúsia fue el último campanero de Chía https://villadechia.es/?s=campanero
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