El último día vimos las cifras de población de los pueblos del Valle de Benasque en distintos momentos de la historia. A finales del siglo XIX y principios del siglo XX había en Chía más de 100 casas. En el artículo del Diario Nueva España (hoy Diario del Altoaragón) de enero de 1973 se nombran 30 casas cerradas en la primera mitad del siglo XX.
Sabemos que en el año 1.099 Pedro I de Aragón (1.068-1.104) donó al Monasterio de San Pedro de Taberna la Villa de Chía. Desde principios del siglo XI hay constancia documental de vecinos de Gia, pero el origen de Chía debe ser mucho anterior al siglo X. Según el fogaje (tributo o contribución que se pagaba antiguamente por habitar una casa) de 1495 en Chía había 38 fuegos (45 en Benasque, 19 en Bisaurri, 16 en Sahún, 13 en Castejón de Sos). Era un pueblo “importante” y consolidado. El nombre de estos 38 fuegos están recogidos en el libro de Antonio Serrano Montalvo, donde además reconocemos muchos de los nombres de las casas que siguen formando parte de Chía. Indica también las personas que ostentaban los cargos de responsabilidad civil.
Toda esta información, junto con la tradición oral de algunos abuelos ya fallecidos, nos ha permitido elaborar una lista de muchas de las casas de ese momento de máxima población en Chía, en 1.900, cuando el censo registró 602 habitantes y 136 casas en nuestra Villa. Hasta entonces, los censos de población se hacían por casas, fuegos o vecinos («el amo» de cada casa), tanto a efectos censales como fiscales. Lo vimos en https://villadechia.es/amillaramiento-catastro-de-1862/
En esta relación hemos recogido nombres de las casas que recordaban personas nacidas en el último tercio del siglo XIX. En las tablas del final, de 1.880, vemos los nombres de las casas junto a su dirección y el nombre del cabeza de familia.
Analizando los nombres de las casas, aparte de las que llevan un nombre propio (con un origen más antiguo), vemos que hay albardero, aceiterero, tabernero, sastre, palomero, barbero, botiguero… pero como hemos ido viendo en otras entradas, también justicia, notario, cirujano… además de párroco, vicario, sacristán, ermitaño…
En estos 120 años, se han rehabilitado bordas, corrales y pajares y se ha construido en huertos y ferrayas, dando lugar a nombres nuevos, como El Hortal, La Ferraya, El Cantonet, La Viña, José Luis, Carlos, José, chalet de Presín, Cabanera, chalet de Cornell, Teresa, El Riu, por nombrar algunos. Apuntar también que hay nombres de casas que cambiaron al ser vendidas por los propietarios que se instalaron en Francia y que adquirieron el nombre del propietario nuevo (casa Bringuerón era antes casa Evaristo, por ejemplo); otras, sin embargo, mantuvieron el nombre, como casa Treseta, o casa Andrés. Y señalar que no es lo mismo “la casa” que la borda o el pallero; a día de hoy, la borda Botiguero y la borda Pedrón son viviendas, pero en 1.900 las respectivas casas estaban algo distantes de donde están ubicadas las bordas.
En los siglos XIV, XV y XVI en el valle de Benasque había trabajo y dinero (probablemente por el comercio con Francia). El siglo XVI y primer tercio del XVII fueron de especial esplendor económico, viendo las fechas grabadas en los dinteles de algunas casas de Chía y del valle (“las obras se fan dan las sobras”) y de acuerdo con los impuestos que nos consta que pagaba Chía al Rey de Aragón, como ya comentaremos otro día. Eran tiempos de monasterios y señores feudales. El Justicia deliberaba y dictaba sentencia sobre los conflictos. El Bayle era la cabeza del Concejo de la Villa.
Vimos en https://villadechia.es/de-guerra-en-guerra/ que hemos estado envueltos en muchos conflictos bélicos, lo que conllevó largos periodos de crisis. De todas formas, los cardigasos salieron adelante; el trigo, el ganado y la lana generaban trabajo y movían la economía. Y como Francia está aquí al lado, importamos algunas de las novedades del país vecino: relojes de pared, pianos, muebles, vajillas o gramófonos; también cristales, papel pintado, recetas de cocina y telas finas para la ropa de casa y de vestir. Eran manifestaciones de cierta capacidad económica.
Entre 1850 y 1910 es el momento de mayor población, hay más nacimientos que muertes. Lo que lleva al límite de los recursos: no hay más tierra que cultivar, no hay más pastos que dar al ganado, no hay más terreno que aprovechar para mantener a toda la población. No queda más remedio que salir del valle a buscar trabajo para poder comer. La mayoría, hacia Pau y Burdeos, aunque también a Tarbes y Toulouse a desfonsá, que era picar la tierra parra arrancar las viñas infectadas por la filoxera; pero no sólo emigraron a Francia, también a otros países como veremos más adelante. La guerra civil y la posguerra no hicieron que empeorar la situación; en los años siguientes, la mayor parte de la población emigró hacia las ciudades para estudiar, encontrar un puesto de trabajo asalariado y, supuestamente, mejores condiciones de vida.
Seguimos perdiendo población, hay más defunciones que nacimientos; pero parece que la tendencia ahora es a retornar a los pueblos para tener mejor calidad de vida. Las vueltas que da el mundo.
Del centenar de casas que había en Chía en 1.880, pagaban impuestos 95:
1Serrano Montalvo, Antonio. La población de Aragón según el fogaje de 1.495. DGA. IEAA. 2009.
‘Miserables» eran las personas extremadamente pobres, con escasos recursos y sin apenas propiedades.
‘Pordioseros’ eran las personas sin recursos que en la Edad Media vivían de pedir limosna usando la coletilla «Deme una limosna, por Dios» o «Por Dios, una limosna». Al ser considerados como «profesionales de la mendicidad», se añadió la terminación «ero» a dicha coletilla (por-dios-ero), como se hacía para otros oficios: carpintero, herrero, albardero, panadero…
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