José Ramón de BRINGUERÓN

Nos ha dejado José Ramón de Bringuerón. No ha sido ni a los 67 años ni por un cáncer, como solía decir que le llegaría el final. Hubiera cumplido 60 años el 31 de diciembre. Para mi padre, era como un hijo, para mí ha sido como un hermano.

Aunque sabemos que la muerte forma parte de la vida, en el día a día nos empeñamos en olvidar que en este mundo estamos “de paso”. Y son las muertes repentinas, como la que hoy nos reúne aquí, las que nos enfrentan con esta realidad. Como dijo Pau Donés, ”sed felices, porque la vida es urgente. La vida es una y es ahora; hay que vivirla a tope, con intensidad».

José Ramón vivió la vida intensamente, a tope, con alegría de vivir, sin miedo al qué dirán. Algunos incluso decían que «estaba loco», pero era la persona más cuerda de este valle. Probó trabajar en la ciudad, pero no le gustó. Tenía claro que lo suyo era estar en contacto con la naturaleza, trabajar en la tierra y de la tierra de su familia, por eso eligió vivir del campo, de las vacas y de la montaña. Disfrutaba con lo que hacía en su trabajo porque le gustaba lo que hacía. Decía verdades como puños, aunque se ganara enemigos. De “pronto” efervescente, que compensaba con su gran corazón. Era de pararse a hablar con la gente, de reuniones de familia, de estar con su madre, de no perderse las fiestas de los pueblos, de implicarse en los asuntos de bien común, capaz de transformar el dolor en fuerza motora para salir adelante, orgulloso de sus hijos y su mujer, un “virtuoso” del tractor, con una memoria de elefante, siempre pendiente de lo que sucedía a un lado y al otro de la Sierra de Chía.

Ayer comentábamos que ha sido una vida “muy vivida”, y que la vivió de acuerdo a unos valores que muchos hemos resaltado en estas últimas horas (honrado, generoso, trabajador, divertido, conversador, familiar, …) y con la voluntad de ayudar o ser útil a los demás y a su pueblo; sus valores y su voluntad de ser útil es lo que configuraba su especial filosofía de vida que él resumía con la palabra KARMA, como muchos sabéis.

 El karma, que es una palabra del sánscrito y hace referencia a la energía que se genera a partir de los actos de las personas; una energía que no se puede ver ni medir, un espíritu de justicia y equilibrio entre las acciones y las reacciones que se derivan de esas acciones (que incluyen la manera de actuar, de hablar y de pensar en la vida).

Sin embargo, a pesar de tener -digamos- un “buen karma” (término de las filosofías orientales), o de “pasar por el mundo haciendo el bien” (principio del cristianismo), ya nos adelantaba Homero en La Ilíada aquello de:

Morir es el destino,

y cuando llega la hora del hombre,

ni aún los dioses pueden ayudarle,

por mucho que puedan quererlo.

Y eso pasó el jueves, que le llegó la hora y los “dioses” no quisieron ayudarle, o “no pudieron”, porque es bien cierto que las condiciones de aislamiento sanitario en las que vivimos en estos valles de montaña, también ponen muy difícil que la ayuda especializada llegue a tiempo.

No es más grande quien más sitio ocupa, sino quien más vacío deja cuando se va. Y José Ramón deja un gran vacío entre nosotros… “algo se muere en el alma cuando un amigo se va”.

Tenía una sabiduría innata y un sentido analítico -entre cínico y jocoso- que no dejaba de asombrarnos, más a los foráneos que a los propios, como suele pasar. Era un personaje de los que hay pocos. Entre todos podríamos contar decenas de anécdotas vividas con él o recordar alguna de sus reflexiones en voz alta que sentaban cátedra. Muchos le habréis oído decir aquello de “hay dos cosas inevitables en esta vida, la muerte y el mes de agosto”, porque en agosto es complicado y peligroso moverse con el tractor y el remolque cargado esquivando gente, coches y turistas, y porque era de verdad consciente de que la muerte forma parte de la vida y llega, casi siempre, sin avisar.

 Lo echaremos de menos, con todas sus cosas buenas y con las menos buenas… porque no hay duda de que sus luces brillaron más que sus sombras, aunque algunos pensaran lo contrario. Fue una gran persona. Para saber que se le apreciaba de Benasque a Barbastro y de Aínsa a Castanesa, basta ver la gente que ha pasado por el tanatorio y la que ha subido a Chía a su entierro. Sabemos que se nos ha ido uno de esos montañeses de “estirpe genuina”, de los que casi no quedan porque están en peligro de extinción, de los que no todos pueden comprender -porque José Ramón era de una pasta diferente-.

Hablábamos los dos hace justo dos meses, después del funeral de Soledad de Toña, que se debería hacer una fiesta y brindar cuando alguien moría, para celebrar que había podido vivir, para hablar de su paso por este mundo, recordar sus aciertos y desaciertos, poder cantar a la vida con sus amigos y familiares … No puedo estar más de acuerdo, aunque, en nuestra cultura, lo de hacer una fiesta con música, baile, risas y copas a algunos les podrá parecer “fuera de norma”… pero ese era Bringuerón, siempre fuera de norma, único, diferente, irrepetible.

Hoy, cuando volváis a casa, levantad vuestra copa y dedicadle un brindis a José Ramón, que amó la vida y que dejó una impronta en este mundo que nos gustará recordar.

José Ramón, ha sido un orgullo y un privilegio haberte conocido, haber compartido batallas, proyectos y risas, y haber podido contar contigo siempre que fue necesario.

Nos dejas desconsolados, que lo sepas. Descansa en paz.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

UNA GUERRA, DOS HERMANOS, DOS DESTINOS. 2ª Parte: Mauthausen

Publicamos la primera parte de esta historia el 13 de julio de 2021. https://villadechia.es/una-guerra-dos-hermanos-dos-destinos-1a-parte-la-division-azul/

José y Emilio Delmás eran de casa Andrés de Chía, dos de los siete hijos de Juan Delmás y Generosa Mora. Los dos se vieron envueltos en la Segunda Guerra Mundial por motivos y circunstancias diferentes. Ironías de la vida, mientras José luchaba en la Wehrmacht (nombre de las fuerzas armadas unificadas de la Alemania nazi entre 1935 y 1945) en le frente ruso, ese mismo ejército alemán asesinaba a su hermano Emilio en un campo de concentración nazi en Austria.

Al igual que la 1ª parte, esta entrada va a ser excepcionalmente larga (tres veces la longitud habitual) porque el episodio histórico, la participación de un cardigaso y el sacrificio de miles de personas, así lo merecen.

Generosa Mora
Juan Delmás

Emilio, de casa Andrés de Chía, era hijo de Juan Delmás Ballarín y Generosa Mora Fortuño. Nació el 25 de agosto de 1914. Sus padres estuvieron trabajando en Francia como jornalero y empleada de hogar, pero volvieron a Chía unos años antes de la Guerra Civil. Emilio fue llamado a realizar el servicio militar durante la Segunda República. Vemos su hoja de recluta con fecha 1 de agosto de 1935. Al estallar la guerra, combatió en el lado republicano.

Con motivo del avance de las tropas nacionales y posterior victoria, más de 500.000 hombres y mujeres cruzaron los Pirineos. Los exiliados españoles se encontraron con los campos de refugiados, como los de Angulema, Argelés-Sur-Mer, o Grenoble, donde vivieron muchas dificultades.

 

 

Pocas alternativas tenían aquellos españoles exiliados en Francia:

  • volver a España con el riesgo de ser fusilado a pesar de “no tener las manos manchadas de sangre”,
  • ingresar en la Legión Extranjera o integrarse en los Batallones de Marcha;
  • lograr algún contrato con particulares;
  • participar en la resistencia francesa frente a la invasión nazi;
  • o incorporarse a las Compañías de Trabajadores Extranjeros, donde trabajaron más de 50.000 españoles para reforzar la línea Maginot, una fortificación defensiva construida a lo largo de la frontera con Alemania.

La rápida ocupación alemana de Francia en los meses de mayo y junio de 1940 supuso la detención de Emilio que fue trasladado en condición de prisionero de guerra al stalag V-D (campo de prisioneros) de Estrasburgo. Los prisioneros de este campo habían sido capturados en Saint-Dié, Vosges, entre el 20 y el 26 de junio de 1940 como combatientes en las Compañías de Trabajadores Extranjeros.

Emilio Delmás Mora

En el stalag-V-D de Estrasburgo se alojaban prisioneros que eran clasificados por nacionalidades, a los que se les realizaban controles estrictos e interrogatorios individuales para enviarlos a trabajar como mano de obra barata a los diferentes campos de concentración del Tercer Reich. Trabajaban en tareas agrícolas o fábricas de armas, compartían cautiverio con soldados de otras nacionalidades y no eran maltratados.

En esas mismas fechas, José Delmás, el hermano de Emilio que se había enrolado en la División Azul, se encontraba a sólo 400 km de su hermano, en el campamento de Grafenwöhr en Baviera, disfrutando de las comodidades de una Alemania moderna y completamente ajeno a la situación de su hermano exiliado. El 10 de octubre de 1941 José llegaba al frente de Novgorod y la isla de Voljov donde era artillero y manejaba un obús del 22, integrado en filas alemanas como Infanterie Division 250ª de la Wehmarcht o Blauen Divison donde iba a ver y vivir lo que nunca pudo imaginar.

El 11 de diciembre partió un tren desde Estrasburgo con un grupo de 847 españoles con “matrículas” desde el número 4.473 hasta el 5.391, entre ellos Emilio Delmás Mora, en dirección al campo de concentración de Mauthausen1.

Los testimonios recogidos en la obra Triángulo Azul ponen de manifiesto que el convoy que salió el día 11 de diciembre llegó al campo de concentración el 13 de diciembre. Los deportados viajaron en vagones de transporte de ganado durante tres días y dos noches, sin comer, sin beber, haciendo sus necesidades en el interior de los vagones y sin tener idea de qué les esperaba.

https://es.wikipedia.org/wiki/Sistema_de_marcado_en_los_campos_de_concentración_nazis

A 25 grados bajo cero, bajo la vigilancia de las SS y sus perros, tuvieron que caminar sobre la nieve los 6 km cuesta arriba que mediaban entre la estación y el campo de Mauthausen, que estaba al mando del comandante Franz Ziereis.  No todos llegaron con vida. De los 847 españoles de ese convoy, el 59% no logró sobrevivir al horror nazi; de ellos 431 murieron en Gusen y 42 en el castillo de Hartheim.

A su llegada a Mauthausen, fueron obligados a desnudarse, a ducharse con agua fría a la intemperie, los afeitaron de pies a cabeza y los desinfectaron. El uniforme de rayas llevaba un triángulo azul (de los apátridas) con una S en blanco, el distintivo de Spanier, y un número de cuatro cifras en negro sobre una banda blanca. Ésta era su identificación y debían conocerla de memoria en alemán. Emilio Delmás Mora dejó de existir y pasó a ser el prisionero número 4.739. Los triángulos verdes eran los criminales comunes y jefes de barraca; los rojos, combatientes; los negros, gitanos y grandes delincuentes; los rosas, para homoxesuales o los que habían cometido delitos sexuales. Los azules eran respetados por su solidaridad, humanidad y veteranía.

 

El campo de concentración nazi de Mauthausen está en Austria, en una colina sobre el Danubio, a 20 km de la ciudad de Linz. Es una fortaleza rodeada de un muro de granito y torres de vigía. Se abrió en agosto de 1938, como un simple anexo del KL Dachau, en las inmediaciones de la cantera del Wiener Graben. Al principio, el campo fue ocupado por algo menos de un millar de detenidos alemanes y austríacos. Durante el año 1940, la población del campo se internacionaliza con la llegada de los primeros convoyes de detenidos polacos y, a partir de agosto de 1940, de republicanos españoles. En la primavera de ese mismo año se inauguró el campamento de Gusen, situado a unos cinco kilómetros del campamento central. El sistema bicéfalo Mauthausen/Gusen recibió hasta el mes de febrero de 1942, cerca de 30.000 deportados. En enero de 1941 fue declarado campo de “no retorno”, se iba allí para no volver. A partir del verano de 1941, las SS comenzaron a recurrir a los asesinatos por gas: más de 2.500 detenidos perecieron en el centro de ejecución de Hartheim.

En Mauthausen, uno de los peores campos de concentración nazi, 200.000 prisioneros (de ellos, unos 9.000 españoles) sufrieron torturas y vejaciones. Más de la mitad de ellos murieron. Las más de 2.000 fotografías salvadas por el español Francesc Boix y otros deportados en Mauthausen sirvieron para sacar a luz el infierno de hambre, violencia y explotación que allí sufrieron los prisioneros que trabajaban en las canteras y túneles para fabricar las armas del ejército alemán. https://amp.rtve.es/noticias/20210504/mauthausen-infierno-revelaron-fotografias-del-republicano-espanol-francesc-boix/2087950.shtml

Era conocido como “el campo de los españoles” porque en su construcción participaron albañiles españoles y porque albergó a la gran mayoría de los españoles que fueron deportados a campos de concentración nazis. El eje de la vida de este campo era su cantera de granito, donde se trabajaba once horas al día; era un campo de “categoría III”, lo que suponía morir por agotamiento. “La escalera de la muerte” la formaban los 186 escalones que separaban la cantera de los barracones; la subían una docena de veces al día cargados con piedras de granito.

En Mathausen murieron entre 120.000 y 150.000 prisioneros. Alrededor de 850 eran aragoneses; cerca de 270 originarios del Alto Aragón, 23 eran ribagorzanos.

NOMBRE Nacimiento Procedencia KL Destino Lugar Fecha
José BALLARÍN CAMPO 25/11/1911 Seira  

Mauthausen

(03/03/1941)

Liberado Sankt Lambrecht 5/05/1945
Emilio DELMÁS MORA 25/08/1914 Chía  

Mauthausen

(13/12/1940)

Fallecido Hartheim 26/09/1941
José DEMUR ABAD 13/04/1907 Sahún  

Mauthausen

(08/09/1940)

Fallecido Gusen 26/10/1941
José LLORET TRUCH 17/05/1911 Neril  

Mauthausen

(13/12/1940)

Fallecido Gusen 24/10/1941
Martín SALANOVA VIDALLER 10/02/1904 Liri Neuengame

(24/05/1944)

Fallecido Neuengame –/03/1945
José SAURA OLIVA 19/03/1900 Eresué Mauthausen

(07/04/1941)

Fallecido Gusen 1/10/1941
Ramón SIGIRAU BARRAU 15/07/1905 Castejón de Sos Mauthausen

(08/09/1940)

Fallecido Gusen 5/11/1941

Deportados originarios del Valle de Benasque. MARIANO CONSTANTE «Republicanos aragoneses en los campos nazis»2

 

La Amicale de Mauthausen de París documentó que once trenes transportaron 3.385 españoles a Mauthausen entre septiembre de 1940 y enero de 1941.

KL Gusen

Cada vez había más deportados en los KL (Konzentrationslager). Mauthausen se rodeó de campos anexos que los alemanes denominaban Kommandos. Uno de ellos fue el de Gusen, a tres kilómetros del central de Mauthausen. Era un lugar de exterminio rápido (con cámaras de gas y hornos crematorios que funcionaban día y noche) al que se mandaba a los internos que ya no eran capaces de trabajar. Algunos eran eliminados en el propio Mauthausen con una inyección de bencina en el pecho, o en la cámara de gas ambulante llamada «camión fantasma».

 

Pocos días después de haber pasado la cuarentena en Mathausen con temperaturas de -25º, Emilio estaba tan débil, tan enfermo, que los SS le trasladaron a Gusen, el 17 de febrero de 1941, donde las condiciones de vida eran aún más duras e inhumanas. Los que llegaban a Gusen eran los que estaban desahuciados. Emilio entró con el número de matrícula 10.633 y resistió hasta agosto de 1941, cuando hizo su último viaje con destino el Castillo de Hartheim, quizás pensando que iba a un sanatorio.

Autobuses que transportaban los prisioneros a Hartheim.

En Hartheim se desarrollaba el programa Aktion 14f13 de “trato especial” para los presos enfermos y con debilidad extrema de los campos de Gusen, Mauthausen y Dachau.

Los prisioneros eran transportados al imponente castillo renacentista de Hartheim en autobuses, nada que ver con los camiones o trenes de ganado, lo que hacía pensar en un “destino mejor”. Eran recibidos amablemente por un grupo de enfermeras que los acompañaban a la sala de exploración para comprobar sus datos, desnudarlos y examinar su boca (si tenían algún diente de oro, eran marcados con una X en el pecho o la espalda).

El humo del crematorio de Hartheim que funcionaba día y noche.
La cámara de gas de Hartheim.

 

 

 

 

 

 

 

 

Mientras esperaba que el resto de prisioneros fueran examinados, quizás «reconfortado» por el entorno más amable y grato, Emilio quizás repasó los últimos seis años, en los que había pasado de su  tranquila vida en familia en Chía, al horror de la guerra, el sufrimiento, el exilio, el cautiverio y la tortura; pero con la esperanza de que era recibido en un sanatorio  donde por fin podría reconfortar su cuerpo y su espíritu. Eso pensaban los presos españoles, convencidos de que los alemanes no querían prescindir de “mano de obra barata” cuando se ofrecían voluntarios para ir a Gusen.  No debió ser consciente de su destino hasta entrar en la sala de duchas y darse cuenta de que no salía agua, sólo un gas (monóxido de carbono) que le producía un terrible dolor de cabeza y vómitos incoercibles. La muerte llegaría unos 20 minutos después. Los cadáveres se introducían en el horno crematorio de la sala contigua (después de arrancar los dientes de oro a los que habían sido marcados) y se procedía a limpiar los excrementos y vómitos que había en las paredes y el suelo de la cámara de gas.

 

Las cenizas de Emilio y de todos los que morían en Hartheim se vertieron sobre las aguas del Danubio. En el registro alemán consta su defunción el 26 de septiembre de 1941, pero es muy posible que muriera en agosto, el mismo día de llegar al castillo. Tenía 27 años.

En su certificado de defunción (en alemán), apenas unas líneas con los datos personales, estado civil (obledig), dirección, religión católica (r.k.) y la mención de que no tenía deudas pendientes, ni testamento que ejecutar.

 

 

 

Los españoles fueron capaces de resistir mejor que otros las condiciones de trabajo y tortura de los nazis, lo que los llevó a liderar la red clandestina de resistencia. Miguel Malle Jáuregui (1911-1991) fue conocido como El Gran Capitán jacetano, al asumir la jefatura del Aparato Militar Internacional de Mauthausen. En sus memorias no publicadas3 recoge algunas de las premisas que marcaban la supervivencia:

  • No se puede ayudar al que va a morir, sólo al que puede vivir.
  • Cuando aparece un kapo o un SS, trabajas; si no, ahorras fuerzas.
  • Gritábamos “agua” cuando se había peligro.

Algunos españoles consiguieron realizar trabajos más especializados (barbero, sastre, fotógrafo, intérprete, administrativo), lo que les daba más oportunidades de sobrevivir y, sobre todo, de tener acceso a información útil para su red clandestina de resistencia. Los presos de otros países han resaltado siempre en sus testimonios la fe de los españoles en la derrota del nazismo. Consiguieron hacer, robar y sacar del campo los negativos y fotografías que atestiguaban el horror padecido y fueron una prueba de peso en los juicios de Nuremberg.

Liberación de Mauthausen el 5 de mayo de 1945  y pancarta de los españoles

Mauthausen-Gusen fue liberado el 5 de mayo de 1945 por la 11ª División Acorazada de los Estados Unidos. Una gran sábana a modo de pancarta escrita en español, además de en inglés y en ruso en letras mucho más pequeñas, les daba la bienvenida: “Los españoles antifascistas saludan a las fuerzas libertadoras”. De los siete ribagorzanos deportados, sólo José Ballarín Campo pudo sobrevivir al horror de aquella barbarie. La familia Delmás Mora pudo abrazar a José cuando volvió de su paso por la División Azul en 1944; pero tardaron años en saber qué suerte había corrido Emilio, un hijo que marchó en 1935 a la mili y del que no recibieron noticias de su muerte hasta 1950.

Carmen Delmás Mora
Encarnación Delmás Mora
José, Antonio y Telesforo Delmás Mora con su madre, Generosa.
Comunicado oficial de fallecimiento enviado en 1.950

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

http://www.bddm.org/liv/details.php?id=III.2.

 

El BOE de 9/08/2019 publicó los nombres y apellidos de 4.427 españoles muertos en los campos de concentración nazis Mauthausen/Gusen. El Consejo de Ministros acordó el 26 de abril de 2019 establecer el 5 de mayo como día de homenaje a las víctimas.

La Comarca de Ribagorza convocó el pasado mayo un concurso para la elaboración de una placa en homenaje a los ribagorzanos deportados en Mathausen y que será colocada en la plaza Romero Radigales de la localidad de Graus el próximo 7 de octubre.

 

 

http://www.aragonesesdeportados.org/es/310/delmas-mora-emilio.html

 

Desde Villa de Chía, sirvan estas líneas de homenaje a todos los ribagorzanos que lucharon, sufrieron o murieron en aquella guerra. Como dice Luis A. Palacio en (p.14): “Un eslabón más en nuestro empeño colectivo por recuperar la historia de nuestro pueblo, por darla a conocer a las nuevas generaciones y porque perdure en el tiempo más allá de nuestro propio recuerdo”.

 

Muchas gracias a la familia Delmás Martín (casa MATÍAS) por la información y documentación facilitadas.

 

1Amicale de Mauthausen de París – Livre Memorial- Ed. Fondation pour la Mémoire.

2MARIANO CONSTANTE. «Yo fui ordenanza de los nazis», «Republicanos aragoneses en los campos nazis», «Tras Mauthausen».

3ALMANAQUE 1935-1945. Personajes entre dos guerras. p.98-101

http://carlosbravosuarez.blogspot.com/2015/08/ribagorzanos-en-mauthausen.html?m=1

 

Liberación de Mauthausen

 

 

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UNA GUERRA, DOS HERMANOS, DOS DESTINOS. 1ª Parte: La División Azul

José y Emilio Delmás eran de casa Andrés de Chía, dos de los siete hijos de Juan Delmás y Generosa Mora. Los dos se vieron envueltos en la Segunda Guerra Mundial por motivos y circunstancias diferentes. Ironías de la vida, mientras José luchaba en la Wehrmacht (nombre de las fuerzas armadas unificadas de la Alemania nazi entre 1935 y 1945) en le frente ruso, ese mismo ejército alemán asesinaba a su hermano Emilio en un campo de concentración nazi en Austria.

Esta entrada va a ser excepcionalmente larga (tres veces la longitud habitual) porque el episodio histórico, la participación de un cardigaso y el sacrificio de miles de personas, así lo merecen.

José Delmás Mora en la mili
Acreditación de artillero en el cuartel de Paterna.

José cumplió los 18 años durante la Guerra Civil española, el 18 de julio de 1938. En esa fecha, Chía estaba ya en territorio nacional; así que fue llamado a prestar servicio militar en el bando nacional. Luchó en el frente de Teruel y Levante. Después, ya siendo cabo, lo destinaron al cuartel de Paterna (Valencia) para seguir con “la mili”. Era artificiero. Como les tocó adiestrar a los voluntarios que llegaban, decidió también presentarse; formó parte de los voluntarios de la División Azul, apenas cumplidos los 21 años, aún era menor de edad (la mayoría era entonces a los 23), por las buenas condiciones económicas y por ver mundo. Lo que le esperaba en Chía era mucho trabajo, poca comida y ningún dinero. Siendo voluntario, su familia recibiría dinero y él ganaría un buen sueldo. El 17 de julio de 1941 llegó a Hendaya.

 

Emilio luchó en el bando republicano durante la Guerra Civil; cuando cayó Cataluña se exilió en Francia y durante la II Guerra Mundial se unió a la resistencia francesa. Fue apresado por los alemanes y deportado al campo de concentración de Mauthausen-Gusen. Murió el 26 de septiembre de 1941, en el castillo de Hartheim. Hablaremos de él en septiembre, en el 80 aniversario de su muerte. Esta es la primera parte de una guerra, dos destinos, dos hermanos.

Entre el 13 y el 19 de julio de 1941, hace hoy 80 años, pasaron en tren 19 expediciones de soldados de la División Azul por el puesto fronterizo de Irún-Hendaya, controlado por el ejército alemán, hacia el campamento de Grafenworh, en Baviera, camino del frente ruso.

La gran mayoría de los efectivos de la División Azul fueron voluntarios. Los motivos que les llevaron a presentarse eran básicamente económicos, aunque había otros:

  • El doble sueldo. Cuando en los pueblos un criado cobraba 2 pesetas al día, en la División Azul se cobraba un sueldo alemán (254 pesetas al mes los solteros y 381 ptas. los cabezas de familia), más el sueldo español, que era la paga de la legión, más gratificaciones de Alemania (la de Campaña y la del Frente), de unas 286 pesetas al mes en mano.
  • La familia cobraba un subsidio de 7,30 pesetas diarias y doble cartilla de racionamiento.
  • Se mantenían los derechos laborales para poder re-incorporarse a la vuelta.
  • Otros derechos laborales, como acceso preferente a puestos públicos (correos, peón caminero)
  • Y, en menor medida, la fuerza de los ideales, objetivos personales, conocer mundo, vengar a los muertos de la Guerra Civil
Pagas en la División Azul

Apunta José Luis Rodriguez1: “En la España de la posguerra representaba una oferta muy atractiva, dado el nivel de desempleo y el racionamiento de los productos de primera necesidad, y por la cuantía en sí, desglosada en el sueldo mensual, percibido por partida doble, española y alemana, la gratificación de campaña y el plus de estancia en zona de combate.” (p. 295)

La “aventura rusa” no hace referencia sólo a la División Azul, también incluye a los niños evacuados a la Unión Soviética, los jóvenes aviadores formados en Kirovabad o Jarkov, los exiliados vinculados al Partido Comunista y las guerrillas formadas por exiliados españoles en la URSS. Todo ello costó la vida a más de 5.000 españoles, unos 200 aragoneses. Fueron unos 1.600 aragoneses los que formaron parte de la División Azul, la Legión Azul y las Escuadrillas Azules.

Luis Antonio Palacio2 (pp.227-234) resume bien el contexto político y bélico que en 1940-41 dio lugar a la División Azul para frenar una posible invasión alemana de la península y “pagar” la deuda moral y económica que España tenía con Alemania e Italia (por su apoyo durante la Guerra Civil), sin comprometer la neutralidad de España en la II Guerra Mundial. José Luis Rodríguez1 da su versión de este contexto.

En cuanto al carácter “voluntario”, Rodriguez2 y Palacio1 tienen posturas enfrentadas y argumentos diferentes. En cualquier caso, la mayoría de los efectivos de las primeras unidades enviadas tuvieron carácter voluntario y, a medida que avanzaba la guerra en el frente ruso, se fue perdiendo proporción en la relación voluntarios/obligados, ya que se determinó un “cupo” por cuarteles. Otra cuestión son los criterios que los “voluntarios” barajaron para tomar la decisión de alistarse en la División Azul.

No fue sólo una iniciativa del gobierno español de 1941; hubo numerosas legiones de voluntarios en toda Europa que se formaron para luchar contra el comunismo ruso, de unos 8.000 hombres cada una. Ninguna tuvo el prestigio de la División Azul española que fue, además, la más numerosa, con cerca de 18.000 hombres.

José Delmás Mora con el uniforme de cabo de la Wehmarcht

Su nombre oficial era División Española de Voluntarios (DEV), conocida como División Azul por referencia al color de las camisas falangistas. Se integraría en las filas alemanas como Infanterie Division 250ª de la Wehmarcht o Blauen Divison. Se reservaron ¾ partes de las plazas para excombatientes en la Guerra civil y para los que habían sido prisioneros del bando republicano. Se buscaba que tuvieran buena presencia y que no estuvieran contra la dictadura, había que dar una imagen impecable de las aptitudes militares de nuestro país.

En la provincia de Huesca el periodo de reclutamiento estuvo abierto del 27 de junio al 2 de julio. La gran mayoría de los alistados en esta primera convocatoria lo fueron por iniciativa propia. Los motivos: económicos, laborales, ver mundo, luchar contra el comunismo, por ánimo de venganza contra “los rojos”, creer en el fascismo, curiosidad por el Tercer Reich, catolicismo militante (el Papa Pío XII animó a luchar contra “el comunismo ateo”), limpiar su expediente por haber combatido en el bando republicano, librarse de un larguísimo servicio militar de casi tres años, para demostrar ser dignos hijos de sus padres o hermanos excombatientes… Muy significativo es el testimonio de José Antonio Azcón de casa Suprián (p.275 del libro de Luis A. Palacio). El y su hermano Alfonso se alistaron en la División Azul.

Parece increíble que con todos los horrores que vivió en el frente ruso José Delmás, Chep como le llamaban en Chía, siendo prácticamente un crío, fuera luego un hombre tan risueño, amable, tranquilo, conciliador… muchos de nosotros no le oímos quejarse nunca.

 

Contaba que cuando llegaron a Irún-Hendaya, los alemanes les recibieron con banda de música, arroz con carne, queso, pan, galletas, café y tabaco; todos les abrazaban y se hacían fotos con ellos. Les hicieron ducharse, desinfectarse y pasar un control médico. Luego siguieron camino en tren hasta el campamento de Grafenwöhr. Allí había luz eléctrica, agua corriente y lavabos, cine y teatro; unas comodidades y distracciones que no había en Chía, pero tampoco en los acuartelamientos españoles. Allí hicieron la instrucción bajo los mandos alemanes (como usar las caretas anti-gas o cruzar ríos en lancha), les dieron uniforme alemán y les hicieron jurar lealtad a Hitler. Sobre el casco y la manga podían coser el escudo con la bandera española. Estuvieron en el campamento de Baviera hasta finales de agosto.

Plaza de una ciudad alemana. FOTO de José Delmás mientras estuvieron en el campamento de Grafenwöhr.

Desde el 17 de agosto de 1941 partieron hacia el frente ruso 66 trenes que, de forma escalonada, atravesaron Pomerania, Prusia, Lituania, Polonia y Bielorrusia. A finales de agosto estaban todos en territorio soviético. Pasaron de las comodidades, bondades y belleza de Baviera al horror de la destrucción que les rodeaba, el trato que los alemanes daban a los judíos, polacos y rusos, y a la miseria humana en la que vivían en los guetos. Los diferentes tamaños de vía no permitían el transporte en los trenes alemanes, así que los integrantes de la División Azul hicieron 900 km a pie con sus 30 kilos de equipo a cuestas. Se marcó un ritmo de 30 a 40 km diarios, en jorna­das de siete u ocho horas. Para los alemanes, el avance de los españoles era un completo caos: se relacionaban con las personas de las poblaciones por donde pasaban, les daban su comida, no conseguían que respetaran la uniformidad (llevaban las casacas sin abrochar), ni las normas, ni las prohibiciones (confraternizaban con las judías). Las quejas de los mandos alemanes fueron las responsables de que se desviara a la División Azul hacia Novgorod (Grupo Ejércitos Norte), en lugar de dirigirse a Moscú (Grupo Ejércitos Centro).

Prisioneros de guerra acondicionando una carretera para evitar el lodo de la primavera y el otoño. FOTO de José Delmás.

El 10 de octubre llegaban las primeras unidades de la División Azul, que cubrirían 60 km alrededor de Novgorod y la isla de Voljov. Este era un frente secundario, pero estratégico porque allí se interrumpían las comunicaciones por tren y carretera entre Moscú y Leningrado. El Regimiento de Artillería 250º apoyaba las posiciones de la División Azul al oeste del río Voljov. José recordaba que en noviembre ya nevaba, llovía de día de noche. Siempre dijo haber tenido “mucha suerte”, ni le hirieron ni estuvo enfermo. Recordaba a un teniente de Soria que le preguntaba de dónde era, porque no se acercaba al fuego; y cuando le dijo que él era del Valle de Benasque, el teniente le habló del Aneto y la Maladeta. Además de a los rusos y al frío, había que enfrentarse a la Rasputitsa o “lodo sin fin” que dificultaba muchísimo los desplazamientos. https://es.m.wikipedia.org/wiki/Rasputitsa  Mientras había nieve, no se veía a los muertos, decía José; los veías cuando llegaba la primavera. Los españoles tenían sólo la manta y el capote que les habían dado con el uniforme alemán. Poca cosa para los inviernos de 50 bajo cero del frente ruso. Chep explicaba cómo se autolesionaban los que no soportaban las condiciones del frente, para ser evacuados a la retaguardia e, incluso, volver a casa; pero si eran descubiertos, los fusilaban. Y también, como eran incitados a desertar para pasarse a las líneas soviéticas, hasta por la Pasionaria que les decía: “¡Pasaros que aquí tendréis de todo…tendréis mujeres…!”. En la batalla de Novgorod, los rusos lograron romper el frente al norte y al sur frente a formaciones alemanas, pero la División no cedió ni un centímetro4.

Los españoles llamaron a la nieve y el frío rusos, el General Invierno. Foto de José Delmás.

La División Azul no tenía apoyo antiaéreo. Los aviones rusos que sobrevolaban las líneas españolas de forma aislada, que no se sabía de dónde venían, recibieron el nombre de La Parrala. Hacían referencia al pasodoble que se puso de moda en España en 1941, que decía que no se sabe si La Parrala era de Moguer o de La Palma, pero seguro que era onubense. El avión tampoco se sabía de dónde venía, pero se sabía que era ruso. http://memoriablau.es/viewtopic.php?f=10&t=953

Otras muchas canciones aliviaban las tensiones y ayudaban a pasar el tiempo; unas con su letra original y otras, adaptando la letra y conservando la música original. https://corosanfernando.com/musica-en-la-division-azul-i-parte/ Como la de “Si me quieres escribir”, entonada por las fuerzas republicanas españolas https://www.youtube.com/watch?v=HKDV8QVnotk :

 

 

Si me quieres escribir

ya sabes mi paradero

Rusia, División Azul,

Primera línea de fuego.

A principios de 1942, los esquiadores españoles de la División Azul atravesaron un lago helado a 52 grados bajo cero y sin casi provisiones, para socorrer a la 18ª División alemana. Veinte de los españoles sufrieron amputaciones de las piernas por congelaciones graves.

Pronto empezó la prensa alemana a elogiar a los españoles del frente ruso; pero también se acumulaban las bajas mortales (más de 200 aquellas primeras semanas), heridos y congelados. Los alemanes consideraban “indisciplinados” a los españoles, pero sabían resistir y, sobre todo, improvisar. Los españoles tuvieron que alargar de 60 a 110 km el frente a cubrir, extendiéndose hacia el este. Aquellos meses de octubre, noviembre y diciembre de 1941 fueron de sangre y fuego, en medio del hambre, el frío (fue el invierno más frío del siglo) y los piojos. La primera expedición de “licenciados” volvía el 25 de mayo de 1942; el final de los combates y la conquista del corredor del Voljov fue el 23 de junio de 1942. Aquella primavera-verano los cadáveres de españoles, alemanes y rusos que cubrían los bosques, páramos y marismas dibujaban un espectáculo dantesco que, con el olor a muerto, hacían que patrullar y limpiar la zona fuera un sufrimiento añadido a los meses de batalla, frío y carencias que se habían soportado.

El artificiero José Delmás a la derecha de la foto, sobre el obús.

Nuestro cardigaso, José Delmás, seguía en aquellas tierras hostiles. Ya tenía 22 años. En el frente de Voljov manejaba un obús del 22 con el turolense Gregorio Tena Edo. El verano de 1942 en el frente lo pasaron relativamente bien, cazando patos, pescando, bañándose en el río y jugando en los búnqueres al siete y medio, apostándose los rublos que ganaban como divisionarios, se reía cuando contaba que un día “los pelé a todos”.  En agosto de 1942 los trasladaron al frente de Leningrado. Como ya se preveía que los soldados españoles iban a pasar un segundo inverno en el invierno ruso, en octubre se empezaría la campaña para enviar un aguinaldo a cada integrante de la División Azul, un paquete de 10 kilos de ropa y comida por persona.

En la batalla de Krasny Bor tuvo lugar el día más trágico de la División Azul (10/2/1943). Perdieron la vida muchos jóvenes españoles; entre ellos, Alfonso Azcón, de Benasque, teniente provisional de infantería. Esta batalla fue uno de los grandes hitos de la División, a pesar de que la BBC inglesa la presentó como “la tumba de la División Azul”. La ofensiva soviética en este barrio de Leningrado (hoy San Petesburgo) el 10 de febrero de 1943 provocó 2.252 bajas (de ellas, 1.125 fueron muertos) entre los españoles, casi el 25% de las habidas en dos años. Unos 300 divisionarios fueron hechos prisioneros y destinados al gulag siberiano. Sólo unos pocos sobrevivieron al cautiverio y regresó en 1952. Unos 5.900 soldados españoles se enfrentaron a 38 batallones del ejército ruso que les bombardearon de forma intensa y continuada con decenas de miles de obuses, un disparo cada diez segundos. Los españoles se distribuyeron en forma de abanico y se protegieron con troncos, ramas y nieve. Cuando el enemigo estaba encima de ellos, los españoles montaron sus ametralladoras MG 34 y se atrincheraron en los cráteres que habían producido los obuses soviéticos3. La “Operación Estrella Polar” le costó a Stalin 9.000 hombres; esto no lo contó la BBC. Franco ordenó la retirada de la División Azul el 12 de octubre de 1943 y cambió la posición española frente a la II Guerra Mundial.

La División Azul dejó una profunda cicatriz en todos los que sobrevivieron, además de multitud de historias, anécdotas y pesadillas. Entre noviembre y diciembre de 1943 se llevó a cabo la repatriación de la mayoría de los divisionarios y se constituía la Legión Azul con poco más de 2.000 hombres que quedaron en el Frente Oriental. La “aventura rusa” de España terminó oficialmente con la retirada de esta Legión entre marzo y abril de 1944. Habían ido a combatir el comunismo, pero se encontraron con los crímenes de las fuerzas alemanas, las “leyendas negras” de la propaganda inglesa sobre la División Azul, les molestó que les hicieran volver a casa y el cambio de posición del gobierno español frente a los aliados.

El historiador Caballero Jurado4 desmonta muchos mitos sobre la División Azul en su libro, que se considera obra de referencia en este tema (y está disponible on-line): La División Azul fue un grano de arena en la montaña que era el frente ruso, con un enorme despliegue alemán. En ese sentido, la unidad española tuvo escasa incidencia, como cualquier otra división de infantería».

Chep sirviendo copas en el bar de Casa MATÍAS, en Chía.
Conchita Martín y José Delmás con sus nietos.
Conchita y José, bailando en las fiestas de La Encontrada de 2001 en Chía.

 

 

 

 

 

 

 

 

Salvoconducto para circular por la zona fronteriza del Valle de Benasque, 16 de noviembre de 1944.

Los que volvieron, retomaron su vida donde la dejaron, como José Delmás que volvió a Chía a cuidar de sus padres y de su casa, renunciando a un puesto de Policía Armada junto a su compañero de obús; otros, ocuparían oficios públicos (maestros, secretarios, alguaciles, carteros, Guardia Civil, Policía). José había pasado dos años en la mili y tres años en la División Azul. Se casó en 1959 con Conchita y tuvo dos hijos, José y Lorenzo. https://villadechia.es/concepcion-martin-saura-de-casa-matias/ Se dedicó a la ganadería, la tienda, el bar y un poco de fonda. Murió el22 de agosto de 2011, con 91 años de edad.

Luis Antonio Palacio hace un extenso y detallado recorrido sobre los aragoneses que participaron en la División Azul en su libro TAL VEZ EL DÍA, con testimonios y entrevistas de los implicados.

La División Azul perdió unos 25.500 hombres en el Frente Oriental, el 56% de sus efectivos. De entre ellos, los muertos fueron algo más de cinco mil. Uno de cada dos divisionarios había pagado su participación, con la vida, la salud o la libertad. Este capítulo, triste y doloroso, conviene tenerlo presente para que no se repita. A su vuelta, los integrantes de la División Azul fueron “mal vistos” o “ignorados” por haber luchado al lado de Hitler. Muchos se olvidaron (y a día de hoy ni se sabe) que España no entró en la II Guerra Mundial gracias a la División Azul. En septiembre, publicaremos la historia de Emilio Delmás Mora, la segunda parte de esta larga entrada.

 

Desde Villa de Chía, sirvan estas líneas de homenaje a todos los ribagorzanos que lucharon, sufrieron o murieron en aquella guerra. Como dice Luis A. Palacio (p.14): “Un eslabón más en nuestro empeño colectivo por recuperar la historia de nuestro pueblo, por darla a conocer a las nuevas generaciones y porque perdure en el tiempo más allá de nuestro propio recuerdo”.

 

 

1Ni División Azul, ni División Española de Voluntarios: El personal forzado en el cuerpo expedicionario enviado por Franco a la URSS. José Luis RODRÍGUEZ JIMÉNEZ. Cuadernos de Historia Contemporánea 2009, vol. 31, 265-296.

2Tal vez el día. Luis Antonio Palacio Pilacés. Ed. Comuniter S.L. Zaragoza, 2013.

3La División Azul: Sangre española en Rusia. Xavier Moreno Juliá.

4La división azul, de 1941 a la actualidad. Carlos Caballero Jurado. La Esfera de los Libros. Unidad Editorial.

La División Azul. Varios autores. Cuadernos de Historia Contemporánea 2012, vol. 34.

La División Azul en 5 minutos: https://www.youtube.com/watch?v=DOyneK2laHY

La hazaña de Krasny Bor: https://www.youtube.com/watch?v=vYRGs4I0awA

Muchas gracias a la familia Delmás Martín (casa MATÍAS) por la información y documentación facilitadas.

 

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