Conchita nació en casa Matías de Chía un 19 de junio de 1929, hoy hace 91 años. Hija de Teodoro Martín Plana, de casa Matías, y Concepción Saura Latorre, de casa Portella de Bisaurri. Los antepasados de su padre procedían de Yardo (actualmente despoblado), cerca de Graus; dos hermanos vinieron a instalarse en Chía.
Es la cuarta de seis hermanos: Ramón, José, Teodoro, Conchita, Eusebio y Paquita. Ramón, José y Teodoro estuvieron en Fernando Poo. Ramón y Conchita se quedaron en Chía, José y Teodoro se instalaron en Barcelona, Eusebio en Francia y Paquita en Figarol (Navarra).
¿Qué recuerda de sus padres?
Mis padres vivieron un tiempo en Francia, luego regresaron a Chía; cuatro tíos se quedaron allí [uno de ellos, el padre de Erlette Martín Plana de la que hemos publicado varias de sus pinturas en este blog y que vive en Burdeos]. Mi madre fue una buenísima persona y una adelantada a su tiempo. Hablaba correctamente francés, ayudaba a todos. Mi padre tenía genio, pero era muy familiar. Fallecieron los dos en 1971, con seis meses de diferencia, con 77 años mi padre y 65 mi madre.
¿A qué le gustaba jugar de pequeña?
Jugábamos a las quillas, a saltar paredes con mis hermanos, al marro, me gustaba más ir con los chicos. De la escuela no me acuerdo mucho; íbamos chicos y chicas separados, la maestra vivía en casa Sansa.
¿Algún recuerdo de la guerra civil?
No me acuerdo mucho, era pequeña… En casa había soldados, me sentaba en la escalera a escuchar lo que hablaban. Una vez estaba un soldado calentándose en el fuego, se le cayó el arma y se disparó. Por suerte, no hirió a nadie, pero la bala atrevesó el tabique; el agujero de la pared estuvo muchos años.
¿Qué hacía de joven?
De pequeña trabajaba en casa, había mucha faena. Mis padres tenían ganadería, la tienda y el bar. Cuando tenía diez años nos fuimos a Francia andando, por el Portillón de Benasque. Había mucha nieve. Estuvimos en un refugio donde jugaba con una niña de Castejón de Sos, con la que ahora he vuelto a coincidir en la residencia. Estuvimos viviendo en Montauban, cerca de Toulouse, y luego volvimos a Chía.
¿Qué viajes recuerda?
Viajar no me ha gustado, me mareaba mucho. He estado en Francia, Barcelona, Zaragoza, Navarra, Tarragona… siempre por viajes familiares. De joven estuve en Barcelona en el colegio Jesús-María trabajando y por las tardes nos daban unas horas de clases.
¿Cuándo se casó?
Me casé en 1959 con José Delmás Mora, de casa Andrés, a donde fui de chove. Viví con mi marido 52 años, muy felices, siempre estaba de buen humor… Una y mil veces me volvería a casar con él. En los años 60-70 estuvimos a punto de ir a un pueblo de colonización, pero al final decidimos quedarnos en Chía donde hemos sido felices. Se murió con 91 años. Trabajó mucho, estuvo en el ejército 5 años, dos en España y tres en la División Azul [dedicaremos un monográfico a José Delmás y la División Azul]. Era muy buena persona.
¿A qué se dedicaba en Chía?
Al morir mis padres, en 1971, nos trasladamos de casa Andrés a casa Matías para continuar durante 30 años con la ganadería, la tienda, el bar y algo de fonda, hasta el año 2000. Como curiosidad, en un pueblo francés existe una «Maison MATIAS» en recuerdo de casa Matías de Chía; fue una hija de una descendiente de Chía quien puso ese nombre.
¿Cómo ha vivido los avances tecnológicos?
He visto muchos adelantos en la vida, hemos sido una generación muy luchadora que ha sabido adaptarse a los cambios . En 1953 pusimos el agua corriente en casa, he visto la llegada del teléfono, la televisión; pero lo que más valoro es la lavadora y la cocina a gas.
¿Qué echa de menos?
La alegría que había en casa, siempre llena de gente.
¿Una afición?
Me ha gustado mucho la cocina. Mi madre era muy buena cocinera . Cuando teníamos gente a comer, con mi marido decíamos: «¿Hacemos la comida para que vuelvan o para que no vuelvan?»… siempre volvían [se ríe].
El menú de un día de fiesta podía ser: tazón de caldo, canelones, asado de carne con buñuelos de viento de patatas de Chía y, de postre, arroz con leche.
Para San Antón, que hacíamos la fiesta de los casados, me encargaban siempre un poncho de vino. Me salía muy bueno. El secreto está en «el punto de quemado», que se sabe por el color de la llama. Hacía también otro poncho de leche y ron. Se pueden tomar calientes o fríos.
¿Cuántos hijos tuvo?
Hemos tenido dos hijos, José y Lorenzo, y dos nietos, Eric y Sara.
¿Qué le gustaría que se conservara de Chía?
Me gustaría que la casa siguiera, pero lo veo difícil.
¿Un recuerdo que le haga feliz?
Tengo muy buenos recuerdos de los mondongos. Nos juntábamos familiares y vecinos para la matanza, lo pasábamos muy bien.
¿Algún consejo para los que vienen detrás?
Siempre digo que hay que tener fe y hay que ser buena persona, alguien te lo agradecerá.
Conchita, madre de mi marido…abuela de mis hijos y una madre para mi también. Eres de las mujeres que más he respetado y admirado en mi vida. Te quiero porque con tu ejemplo me has enseñado a querer, aceptar la gente como son, ha ser buena persona y a tener unos valores que mis padres me enseñaron y yo no quise aprender.
Te conoci tarde…me hubiese gustado pasar mucho más tiempo contigo porque cada dia aprendia algo nuevo de ti, nunca te podre agradecer lo que has sido para mi. Tu y Jose me habeis enseñado mucho del amor y respeto por los demas. Siempre me he sentido aceptada y querida en tu casa «Casa Matias» y siempre hablaré a mis hijos de una abuela «tremenda » que se comía el mundo trabajando y que nunca se quejaba, siempre dando gracias a la vida.Te pongo como ejemplo a serguir. Que lo sepa todo el mundo… Estoy orgullosa de mi madre de Casa Matias.
Muchas felicidades, tía.
Me ha gustado todo lo escrito sobre ti.
Como me acuerdo de los mondogos y de los buñuelos de patata. Buenísimos.