IGLESIAS, ERMITAS, CAPILLAS Y PILARETS

Lugares de culto habitual antaño, o de abrigo en el ir y venir a los campos, las ermitas son parte de nuestra herencia. En Chía, contamos hasta doce lugares. Ninguna otra población de nuestro entorno tiene tantos, lo que puede darnos una idea de la importancia de esta localidad y lo concurrido de sus caminos. Este tema dará para muchas entradas en el blog.

Los sentimientos y emociones de una sociedad emergen y se manifiestan en forma de supersticiones, ritos y costumbres, paganas o cristianas. Ahondar sobre el origen de las mismas permite sin duda conocer la evolución cultural de nuestros antepasados, porque antes de que el cristianismo arraigase en estas montañas, ya había unas tradiciones, ritos y creencias. El proceso de cristianización supuso la conversión de los habitantes, pero también la transformación de las tradiciones paganas, adaptándolas a los ritos cristianos.

La Encontrada. Lienzo de Erlette Martín-Plana, descendiente de Chía, con domicilio en Burdeos. Fuente: www.artseleccion-mart.com (Reproducido con autorización)

Durante siglos, se personalizaron las fuerzas que regían los ciclos de vida y muerte anuales para intentar mantener esas deidades “a favor” de todo lo que se escapaba a su control y/o comprensión. Los hombres llevaban a cabo ritos que les trajeran la fortuna (cosechas, fertilidad de personas y ganado, agua, salud) y les protegieran de las fuerzas responsables del mal, la enfermedad y la miseria, los miedos y las incertidumbres colectivas y personales. Con más razón en el contexto de las montañas del Pirineo, sobrecogedoras por la noche, en los días de nieve y tormenta, solitarias y con numerosos peligros para personas y animales. En cualquier caso, las respuestas que encontraron en la naturaleza a sus miedos e inquietudes las personas aquí vivieron son parte de nuestras raíces. Las religiones han aprovechado de alguna manera este esquema de comportamiento de individuos y colectivos sociales. Asimismo, las festividades cristianas se adaptaron a las propias de los ciclos de la naturaleza. De hecho, se han conservado en el cristianismo muchas figuras paganas que simbolizan desde bien antiguo el bien y el mal, la luz y la oscuridad, la prosperidad y la devastación, la muerte y el renacimiento de la vida.

El cristianismo en la península ibérica se remonta al siglo I, pero es a partir del siglo IV, con el Edicto de Milán del Emperador Constantino que decreta el final de las persecuciones a los cristianos y la libertad de culto (año 313), que el cristianismo se extiende por todo el territorio. En definitiva, la tradición cristiana de España se forja entre la llegada del Apóstol Santiago, la visita de San Pablo (anunciada en su Epístola a los Romanos), la tradición de la Virgen del Pilar y la devoción de los peregrinos europeos.

Por otro lado, la realidad cristiana en esta zona enraíza en las inmediaciones de El Turbón, una montaña enigmática situada en la ladera meridional del Pirineo Central con no pocas historias y leyendas de brujas, druidas, hadas, encantarias y duendes.  Y Chía estuvo también bajo su influencia, como veremos otro día.

La gran extensión del término municipal de Chía, la existencia de muchas partidas rurales dispersas por el mismo, unido a las deficientes vías de comunicación existentes  (que suponían trayectos de varias horas entre unos pastos y otros, por lo que los montañeses se trasladaban a vivir durante semanas a zonas como La Cuadra o Las Garrigas) debieron motivar la construcción de todas estas ermitas, así como para recibir de la divinidad y los santos la protección de personas, animales, construcciones y pastos, lo que viene a ser “la casa” en el contexto de la montaña. Las ermitas, santuarios, iglesias o capillas que rodeaban a Chía estaban estratégicamente situadas, al entrar o salir del pueblo,  en lugares expuestos a vientos y tormentas o de peligro para el ganado, junto a fuentes, árboles o cuevas, para dar cobijo y protección a los montañeses que trabajaban en sus alrededores (y a su patrimonio), incluso a los peregrinos que pudieran atravesar el portillón de Benasque, además de para “sacralizar” aquellos ritos y costumbres ancestrales que bendecían a los animales, las tierras y las cosechas. De esta forma, la esfera religiosa de la comunidad se extendía también al territorio que ocupaba y se generalizaba la influencia divina.

Juan José Nieto Callén explica muy bien cómo se van superponiendo unas culturas a otras (“sustratos culturales”), modelando el espíritu de una comunidad, a partir del caso concreto de las ermitas de Chía1.

Ventana de casa Cornel con hexafolia

Efectivamente, “superponiendo” es un término muy acertado ya que, de alguna manera, se conservaron esos ritos y costumbres paganos, aunque con “pátina» cristiana:

  • Como las cubiertas “espantabrujas” de las chimeneas que se “cristianizaron” incorporando cruces o vasijas con agua bendita.
  • El ver ajos en las ventanas y balcones junto con palmas bendecidas de alguna manera es como cubrir “todos los flancos” para proteger la casa de malos espíritus, enfermedades y tormentas.
  • Muchos son también los símbolos paganos y cristianos que aún conviven en las fachadas de las casas de Chía (y de las casas altoaragonesas), como la esvástica, la estrella, el sol o la hexafolia (flor sexifolia) en dinteles, jambas y entradas, junto con cruces, custodias, cálices y otros símbolos cristianos, así como costumbres que durante siglos han acompañado a los habitantes de las montañas y que adaptaron al cristianismo.
  • En Chía, por ejemplo, para proteger al ganado que subía en verano a la montaña de los rayos, se dejaba gotear sobre el lomo de los animales las velas encendidas en La Candelaria o las del Monumento del jueves Santo, haciendo una forma de cruz con las gotas de cera. O el que se dejen por la noche las tenazas del fuego en forma de cruz sobre las brasas, o se haga una cruz en las cenizas antes de acostarse, para contar con la protección del cielo.

En todas las épocas ha habido dificultades económicas que han llevado a un mal estado de conservación de las construcciones. El cura de Chía manifestó al Obispo en 17742: ”Ay en el término de Chia siete hermitas, la primera la de la Virgen de la Encontrada y esta se mantiene con la limosna de los devotos,… otra de San Pedro mártir y en esta se ha dicho missa y agora por estar indecente ya no se dize… otra de San Marcial…otra de Santa Anna…. otra de Santa Quiteria entre los términos de Chia y Villanoba… otra de Santa Julia y Querico.. otra de las Santas Justa y Rufina y estas tres últimas tienen las imágenes tan viejas que es indezencia hazerles culto”.  

Ubicación (sólo aproximada) de los lugares de culto de Chía. Daremos las coordenadas GPS con las descripciones de cada ermita, iglesia o capilla.

Para unos puede ser cuestión religiosa, para otros es cuestión de cultura y arte, para otros simplemente querer conocer de dónde venimos para poder entender a dónde vamos.  Las advocaciones de las iglesias y ermitas de Chía están muy relacionadas con la historia del Monasterio de San Victorián. Recuperar o  dejar perder este patrimonio es responsabilidad de todos. Presentaremos cada una de ellas en el día de su festividad correspondiente (o días próximos):

  1. San Antón Abad: 17 enero (ficha técnica, el 21 enero)
  2. San Vicente, iglesia parroquial: 22 enero
  3. Santa Quiteria: 22 mayo
  4. El Santet: 13 de junio
  5. Santa Chulita y Quirico: 16 junio
  6. San Pedro Mártir: 29 junio
  7. San Marsial: 30 junio
  8. Justa y Raçina: 19 julio
  9. Santa Ana: 26 julio
  10. La Cuadra: 6 agosto
  11. La Encontrada: 8 septiembre
  12. San Martín de Tours, iglesia: 11 noviembre

 

 

 

 

1Las ermitas de Chía y el Monasterio de San Victorián. Revista Guayente nº 81, pp.5-10. 2008.

2Archivo Diocesano de Barbastro. Cartas al Obispo. Chía.

 

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