El ciclo de la vida fluye implacable, incasable, año tras año, siglo tras siglo. En la montaña del Pirineo este ciclo ha seguido siempre unas reglas muy marcadas, para garantizar la unidad del patrimonio y la supervivencia en el territorio, para que cada pieza encajara en su sitio y hubiera un sitio para cada pieza.
La familia fue la institución fundamental de la sociedad tradicional montañesa. En el marco estructural de la familia tenía lugar el ciclo de la vida de cada una de las personas y su integración en la sociedad. El funcionamiento se basa en la convivencia de los abuelos, el matrimonio de herederos, sus hijos y los tíos solteros; todos bajo el mando del cabeza de familia, con todos los problemas que supone que convivan varias generaciones, y todas las ventajas a la hora de cuidarse tanto de los ancianos, como de los pequeños, de la transmisión de conocimientos y de curtirse en tolerancia. Este modelo de familia troncal fue el más extendido en los pueblos de montaña del Pirineo, y en el que se basaba la continuidad de “la casa” que es una unidad social y económica.
La casa es el conjunto de:
- las propiedades (inmuebles, muebles, fincas, aperos y animales, los derechos comunitarios que le corresponden (de pastos, leñas, aguas, caza), y las obligaciones patrimoniales,
- las marcas de fuego que señalan los aperos, las herramientas, y las marcas de la oreja del ganado,
- el nombre de la familia y su linaje, lo que incluye las personas que la habitan y la han habitado, con su pasado, historias y secretos (porque la buena o mala fama de la familia también se transmite y hereda).
Todo este sistema se ha regido por unas normas:
- para garantizar que el patrimonio se mantiene,
- que se reconoce la autoridad del amo y la dueña sobre el conjunto de todo lo que incluye el concepto de casa,
- que establecen el régimen económico del matrimonio entre las dos partes (el heredero o heredera y su cónyuge, la chobe o el chobe) en las capitulaciones o capítulos matrimoniales.
Los matrimonios se regían por el Fuero de Aragón, con tendencia a la separación de bienes para proteger lo que cada familia aportaba al matrimonio en el caso de que alguno de los contrayentes falleciera antes de tener hijos. De las capitulaciones y del matrimonio en casa hablaremos con detalle y con ejemplos concretos en otra entrada del blog.
Este sistema conlleva que el descendiente que se designe como heredero de la casa, sale significativamente favorecido con respecto a sus hermanos, que reciben “al haber y poder de la casa”, o una carrera, o una dote cuando se casan para poder independizarse, o en el menor de los casos, un bien inmueble, sin que esto signifique «repartir» el patrimonio; pero también, la persona designada a heredar la casa asume deudas, impuestos y gastos. Los hermanos que no se casaban podían permanecer en la casa, pero siempre bajo el mando del cabeza de familia y aportando su trabajo para ayudar a mantener y engrandecer la casa. A pesar de haber un único amo (o dueña), el montañés habla siempre de casa nuéstra porque asume que se trata de una comunidad de bienes de «carácter familiar» que se extiende transversalmente desde los fundadores pasando por todos los que la han sostenido, haciéndola llegar hasta su actual propietario, y que tiene el deber de transmitir a la siguiente generación, porque todos son eslabones de una misma cadena. El patrimonio y la sangre son comunes y compartidos.
El nombre de la casa es diferente del apellido de cada generación; la casa permanece, las personas pasan y el apellido va cambiando en función si hereda un hijo o una hija. Unas casas llevan nombre de profesiones (Aseiterero, Albardero, Tabernero, Taberna, Sastre, Barbero, Botiguero), otras el nombre de quien fundó la casa (Chuana, Galino, Gregoria, Treseta, Pep, Felip, Felix, Pedrón, Mateu, Felisa, Rafel, Bisentón, Ramonot, Toña), otras hacen referencia a la procedencia (Chistabina, Seira, Navarro), otras el del primer apellido (Cortina, Cornel, Llorens, Mora, Garsía, Vidal, Castán), a características del terreno (Puyadeta, Riu, Fierro), otras combinan nombre y apellido o nombre y procedencia (Chuansaúnc = Juan de Sahún, Presín = Pere (Pedro) de Sín, Chongastán = Chuan (Juan) Castán, Pautorrén = Pau (Pablo) Torrén). El nombre de la casa lo veremos referidos en documentos notariales, listas de vecinales, de derechos de monte, de igualas. A uno se le conoce por el nombre de la casa donde nace, hasta que se casa y adopta entonces (sea hombre o mujer) el nombre de la casa en la que se integra.
De acuerdo con el patrimonio que reunían, se hablaba de casas buenas (grandes), michanas (medianas) y pobres. Podemos hacernos una idea a partir de las rentas que se pagaban desde Chía en el siglo XIX https://villadechia.es/amillaramiento-catastro-de-1862/. Algunas casas tienen detrás más de seis siglos de antigüedad (como Bringué, Castán, Cortina, Galino, Nabarro, Presín, Sansón, Santamaría, Sauret …)1, otras no tantos, y algunas son de construcción relativamente nueva. Semejante recorrido histórico conlleva importantes variaciones demográficas a lo largo de los siglos que también analizaremos. En la segunda mitad del siglo XIX se contaban hasta 90 casas en la Villa de Chía; aunque, como veremos, no duró mucho. En unos días publicaremos un plano ubicando las casas.
En cuanto a los edificios propiamente dichos, aparte de las casas de nueva construcción, se distinguen claramente dos tipos tradicionales de casa en el pueblo: la casa-patio y la casa-borda, a los que dedicaremos sus correspondientes entradas.
Para terminar, adelantar que iremos, poco a poco, casa por casa, presentando datos del árbol genealógico2, descubriendo los nombres y algunos detalles de la vida de aquellos cardigasos que se dejaron el sudor y las fuerzas en estas montañas, y de las cardigasas que llevaron sobre sus hombros el peso de la casa y de su numerosa familia; muchas de ellas, herederas y magníficas administradoras.
1Según consta en documento del monasterio de San Pedro de Taberna con fecha 14 de febrero de 1473 (Archivo Diocesano de Barbastro).
2La información sobre las personas que han nacido o habitado las casas la obtenemos de los libros parroquiales3, de los libros del registro civil (Ayuntamiento y Archivo Histórico Provincial), de documentos de algunas casas (escrituras, capitulaciones matrimoniales y testamentos) y de testimonios de familiares o vecinos.
3El Concilio de Trento (1545-1563) obligó a los sacerdotes a llevar registro en las parroquias de los matrimonios, bautismos y defunciones que oficiaban.
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