LA COLADA

La lavandera (1839), de Daniel Ridgway-Knight

Hasta mediados del siglo XX, el lavado de la ropa era una de las tareas más duras de la casa. Cuando había ropa sucia, tocaba hacer la colada; pero todo dependía del tiempo que hiciera y del tiempo que dispusieran las mujeres para dedicarse a ello. El término “colada” proviene del proceso de “colar” la ropa sucia con ceniza que ha sido hervida.

Las lavanderas (1779-1780), de Francisco de Goya. Museo del Prado.

La colada podía durar entre 3 y 4 -días si hacía buen tiempo- hasta 8 ó 10 -si era invierno, hacía frío o llovía-. El de lavandera era un oficio duro, pero permitió a que muchas mujeres ayudaran a mantener a sus familias en los siglos pasados. El término lavadero (llabadó en patués) se usa desde el siglo XVI y designa “el lugar destinado para lavar la lana, ropa u otra cosa” según lo define el Diccionario de Autoridades (1732)1.

 

Hacía falta el cajón, la tabla y la pala, el caldero y las estreudas (o trébedes), el roscadero, el lienzo y la coladera. Los pasos a seguir para lavar la ropa eran:

  1. Hacer jabón
  2. Cocer la ceniza
  3. Preparar la ropa
  4. Pasar la colada
  5. Encrespar y aclarar
  6. Secar la ropa

1.- Hacer jabón

El jabón se conoce hace miles de años. Para fabricar el jabón las mujeres utilizaban el sebo rancio, los aceites de freír y otros restos de grasa.  La “receta” de casa Presín eran 4 kg de grasa y 2 kg de sosa, a disolver en 8 litros de agua; pero según la experiencia y mano de cada mujer, podía modificarse.

Jabón de taco

La grasa y la sosa se mezclaban y disolvían en agua hirviendo en un caldero. Había que revolver constantemente y que hubiera suficiente fuego para que la mezcla no dejara de hervir; si no, se “desligaba”.

Hacían falta un par de horas removiendo la mezcla para conseguir una pasta espesa. Se sacaba la pasta con una espumadera, separándola del agua, y se introducía en una caja de madera donde se solidificaba. Se desmoldaba a los dos o tres días y con un alambre o cuchillo, se cortaba en porciones o tacos. De ahí lo de «jabón de taco».

2.- Mojar la ropa

La ropa se separaba según la suciedad, si era blanca o de color, y el tipo de tejido (resistente o delicado). Había que quitar los botones y adornos (puntillas, lazos) susceptibles de estropearse.

Paleta para picar la ropa

El primer día se mojaban las prendas y se restregaban. La ropa más delicada se enjabonaba en una artesa de madera. La ropa blanca y resistente se frotaba con el jabón, dando golpes con la paleta y fuertes batidas de la ropa en el agua, se elimina la suciedad más superficial. Se aclaraba a medias, dejando algo de jabón para que actuara.

3.- Cocer la ceniza

La ceniza que se guardaba de la chimenea o la cocina económica se hervía con agua en un caldero grande de cobre, para lo que era necesario mucho fuego. Durante la cocción se producía mucho humo.

Mientras se preparaba la ceniza, se colocaba  sobre una base de madera (o una piedra a modo de cubeta) un cesto o canasta (roscadero) en la que se colocaba la ropa de forma ordenada y que había estado a remojo el día de antes. Al fondo se colocaban las piezas más fuertes, luego las sábanas y arriba de todo quedaban las prendas más delicadas, que se cubrían con un lienzo fuerte de cáñamo (cernadero) sobre el que se echaba la ceniza cocida o cernada.

Para simplificar el proceso, se intercalaba la ceniza entre las diferentes capas de ropa y se echaba el agua hirviendo sobre el lienzo de tela que las cubría.

4.- Pasar la colada

El remojo con cenizas y agua caliente debía hacerse en las casas y era llamado “la colada”. La ceniza líquida iba penetrando en todas las capas de ropa enjabonada. La operación se repetía las veces que fueran necesarias para disolver la grasa corporal de la ropa y blanquearla.  La ropa quedaba así hasta el día siguiente.

El líquido que salía del canasto o roscadero se recogía en otro recipiente, se volvía a calentar y a echar sobre la ropa hasta que el líquido que se escurría adquiría color rojizo y olía a limpio. Este líquido es lejía, y se guardaba en recipientes para la limpieza de la casa, los platos, los calderos y fregar el suelo.

5.- Encrespar y aclarar

Al día siguiente, la colada de ropa se transportaba al Riu o al llabadó y se pasaba por agua limpia.

Encrespar consistía en quitar la lejía que tenía la ropa y enjabonarla de nuevo, frotándola con las manos y dándole fuertes paletadas. Una vez encrespada, la ropa se aclaraba con agua, otra vez mediante batidas y paletadas.

6.- Secar la ropa

Una vez aclarada, la ropa se retorcía para quitarle toda el agua posible y se extendía por los muros o los arbustos de alrededor para que se secara al sol.

Se plegaba antes de que estuviera completamente seca y bien plegada se llevaba a casa, donde se recosían los desperfectos y se colocaban los botones, lazos y adornos antes de guardar la ropa en las arcas o el armario.

Lavadero de Cerler
Lavadero y cruz de San Sebastián. Benabarre, 1910. FOTO: Ramón Garuz. En Ribagorza, historia de una metamorfosis. Paquita Ballarín. 

Con los jabones y lejías industriales el proceso se acortó significativamente, pasando de varios días a uno; aunque igualmente había que ir al río o al lavadero, restregar y picar, y dejarse en el proceso la espalda y las manos, que llegaban a sangrar. Muchas veces las mujeres acababan metiendo los pies y las piernas en el agua. Esto suponía contraer bronquitis, neumonías, catarros, reuma o sabañones.

En el siglo XIX se acondicionaron las orillas, fuentes y arroyos en los pueblos; no es hasta principios del siglo XX cuando se instituye en todos los pueblos el lavadero1, lo que fue un alivio para la espalda de las mujeres. Para lavar en casa, hubo que esperar a tener agua corriente, electricidad y una lavadora, aparatos que no llegaron hasta los años 60.

Abrevadero y lavadero de la fuen de Baix

En Chía se lavaba en la Fuen de la Canal, el Pradet de la Regalera, la Fuen de Baix y els Esguarans hasta que se hicieron los lavaderos a la entrada del pueblo (entre Casa Bon y Casa Sansón), décadas después fueron demolidos para ubicar los contenedores de basura.  Estos lugares fueron verdaderos centros de socialización, cotilleos, tertulias y confidencias; lo que ahora son las «redes sociales».

Acondicionar el acceso y reconstruir el llabadó de Baix es una tarea pendiente, un homenaje y reconocimiento a nuestras abuelas.

Muchas gracias a todas las mujeres de Chía que han contribuido a la redacción de esta entrada. Si alguna de las casas localiza fotos de las mujeres lavando en Chía o de los utensilios que se usaban, actualizaremos la publicación incluyendo esas imágenes. Mientras, nos permitimos mostrar las que recoge Lorien La Hoz en su Facebook:

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

1La vida entorno al lavadero. Tamara del Estal Hernández. 2010.

 

El oficio más molesto, más duro: El trabajo de las lavanderas en la España de los siglos XVIII al XX. Carmen Sarasúa. Historia Social.

 

Una aproximación a la sociabilidad femenina y a la creación de la conciencia de género: los lavaderos en el mundo rural alavés. Beatriz Gallego. 2011.

 

 

 

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