SEMANA SANTA EN CHÍA (I)

La Semana Santa es la parte del año litúrgico más importante para los cristianos. Interesarse por sus tradiciones y ritos es enriquecer el conocimiento de la religión, cultura y antropología sobre aquellos que nos precedieron. Las celebraciones coinciden con el inicio de la primavera, con el despertar de la naturaleza y de la vida, con la renovación. Esta semana, que transcurre entre el Domingo de Ramos y el Domingo de Pascua de Resurrección o Pascua Florida, celebra la pasión, muerte y resurrección de Jesucristo. Las procesiones, viacrucis y ceremonias expresan sufrimiento, tristeza y muerte, pero la Semana Santa es también una exaltación a la vida.

En sus orígenes, la celebración de la Pascua cristiana era una vigilia nocturna precedida de varias jornadas de ayuno. Pocos siglos después el ayuno se alargó varias semanas, como explicamos en la publicación sobre el carnaval y la cuaresma. Nos decía Toño de Sansón el año pasado, «Abans se teniba molto respeto a la Semana Santa».

Ruscus aculeatus

Domingo de Ramos

La fecha del Domingo de Pascua depende del ciclo lunar y solar, ya que debe caer en el domingo siguiente a la primera luna llena de primavera, una vez haya tenido lugar el equinoccio. El domingo anterior es el Domingo de Ramos, que se esperaba con entusiasmo porque los niños acudían a la bendición de los ramos que en Chía se adornaban con chocolates, galletas, sequillos o golosinas. Antes de que se comercializaran las palmas que ahora conocemos, en Chía se preparaban ramas de boj, laurel del huerto de Sinet (y de otros huertos), acebillo o acebo menor (Ruscus aculeatus) que se traía de La Garriga, o del tradicional acebo (Ilex aquifolium)que había en algunas de las casas, además de ramas de olivo que pudieran traerse de las tierras bajas de Ribagorza. También era el día en el que se estrenaba ropa o calzado: “El dimenche de rams, qui no estrena no té mans” (“El domingo de ramos el que no estrena, no tiene manos”); este es otro signo de “renovación”.

En Chía, el cura bendecía los ramos en la pllaseta de la iglesia; después de la bendición se entraba en la iglesia para escuchar misa y se cantaba (cuando se acabe la cuarentena añadiremos el archivo de sonido correspondiente):

“Qué triunfante que entró Jesucristo

Domingo de Ramos en Jerusalén

Y las turbas cantaban alegres

Osana, Osana al rey de Israel”.

Los ramos que se bendecían se colocaban en los balcones o puertas de las casas y se clavaban en los campos cultivados para proteger la cosecha del granizo. Cuentan Juanito de Treseta, Federico de Sansa y Toño de Sansón que cuando se segaba y se encontraban estos ramos, los segadores paraban, rezaban una oración y bebían un trago de vino.

Carracas y matracas

Se usaban para convocar a los oficios ya que durante la Semana Santa no suenan las campanas, desde la consagración en la misa de la tarde del Jueves Santo hasta la Resurrección. Las campanas representan a los apóstoles, que “desparecen” durante la Pasión y por eso dejan de sonar. Los leños son recuerdo del árbol de la cruz donde Cristo fue crucificado y por eso suenan o hablan estos instrumentos de madera. Esta es la interpretación cristiana. Según los antropólogos, hacer ruido (con carracas, matracas) es una forma de alejar demonios, brujas, males, plagas, tormentas, desastres o enfermedades, de no quedarse de brazos cruzados ante el infortunio. No tenemos constancia de que en Chía se dieran golpes en las puertas de las casas, costumbre que en otros pueblos aragoneses se llama “matar a los judíos”. Estos instrumentos, en nuestro valle, se hacían de boj o de madera.

 

Matraca deriva del árabe mitraq (=martillo). Es una tabla de madera con uno o más mazos que produce ruido al sacudirla.

Este ruido puede ser poco agradable y de aquí viene la expresión “dar la matraca.”

 

 

 

La carraca es un instrumento de madera con una rueda dentada que al girarla sobre el mango levanta una o más lenguas, también de madera, produciendo ruido.

 

 

Nos cuenta Feli de Gregoria que los niños iban corriendo por todo el pueblo con las carracas y matracas anunciando que había que ir a la iglesia diciendo: “La primera de los Oficios”… “La segunda de los Oficios”… “La tercera de los Oficios” como si fueran las campanadas. Asunción de Ramonot también recuerda cómo los niños hacían sonar estos instrumentos por todo el pueblo para anunciar los Oficios o el Rosario de la Aurora que, además de ir haciendo ruido, cantaban alguna copla: “¡Fieles cristianos, a los maitines, que nos esperan los serafines!”.

José Antonio Río de casa Bringué recuerda: – Íbamos a llamar para el rosario por la tarde en Semana Santa, al anochecer, porque en esa semana no se podían tocar las campanas. Íbamos por todo el pueblo con la matraca y la garrucha (la carraca), gritando “La primera del rosario”, o bien, “La primera y última del rosario” cuando no había tiempo para pasar más veces.

Hemos comentado en otras ocasiones que los mitos y manifestaciones religiosas a lo largo de la historia de la humanidad han ido calando en las sociedades de forma que no se sustituyen unas manifestaciones o ritos por otros nuevos sino que, a modo de capas, se van superponiendo. En sus orígenes, las manifestaciones religiosas estaban relacionadas con la naturaleza, primero con un marcado carácter cósmico y después, cuando la humanidad se estableció en comunidades, se añadió el carácter agrario. Vamos a hablar de ritos relacionados muy de cerca con la fertilidad, con las cosechas, con la buena producción y la abundancia que ya se practicaban mucho antes del cristianismo, pero que se mantuvieron por la coincidencia con lo que se celebra en estos días, la muerte y la resurrección de la vida. Celebraciones con muchos aspectos en común eran las fiestas que se celebraban tras el equinoccio de primavera en honor a Adonis, las Adonías, de origen fenicio e incorporadas a Grecia, o las que celebraba Roma en honor a Atis a mediados de marzo, entre otras. Los ritos no se abandonaban, se adaptaban a las nuevas creencias, a la nueva religión. Más aún cuando era lo único que podía ser comprendido si las ceremonias se celebraban en latín; de esta forma, se “fidelizaba” la participación del pueblo.

 

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2 comentarios sobre “SEMANA SANTA EN CHÍA (I)

  1. Soy un asiduo lector del blog, y a propósito de la Semana Santa, aún soy uno de los que hemos ido algunas veces a cantar y tocar la despierta (Entre 6 y 7 h), y o el rosario por la tarde al anochecer, porque en esta semana no se podían tocar las campanas. Íbamos por todo el pueblo con la matraca y la garrucha (carraca), gritando «La primera del rosario», o bien, «La primera y última del rosario» cuando no había tiempo para pasar más veces. Íbamos los que ahora ya peinamos solo canas y pocas, pero nosotros éramos felices cantando.

    1. Muchas gracias por el comentario, José Antonio. Añadiremos estas observaciones en la entrada del Rosario de La Aurora y en la de Semana Santa. Todas las aportaciones son bienvenidas para hacer una reconstrucción de las tradiciones lo más acertada posible.

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