Sencillez y austeridad son las características de la Semana Santa en los pequeños pueblos del Pirineo; pero la devoción y participación de los fieles era evidente en todos y cada uno de los actos que se celebraban, lo que llenaba de sentimiento y emoción estas fiestas.
Chous Santo (Jueves Santo)
En siglo pasados, este día se trabajaba sólo hasta las doce del mediodía. Se creía que si barrían las casa después de esa hora, habría hormigas en la casa todo el año.
Las mejores colchas y cubiertas de cada casa colgaban de los balcones y ventanas desde el Jueves Santo para engalanar las fachadas de las casas de Chía. Por las noches se encendían candiles, velas y luminarias, costumbre que fue desapareciendo cuando se instaló el alumbrado público.
Por la mañana las mujeres preparaban el Monumento. Aquí no llegaban palmas, ni claveles, ni gladiolos, ni grandes ornamentos o faroles dorados; en la sobriedad y en su carácter rústico residía la belleza de estos tenebrarios. Cuando Feli de Gregoria (1929) era pequeña lo colocaban en la capilla de Chuansaún (donde está ahora la pila bautismal). La abuela de Barbero y otras mujeres del pueblo cubrían con sábanas blancas la capilla y se adornaba con “cabelleras” y algunas velas, el sagrario presidía la capilla. Las “cabelleras” eran los brotes de legumbres o cereales (lentejas, habas, guisantes, centeno, trigo) que se habían sembrado en macetas y que habían germinado en lugares oscuros de la casa (la bodega o el horno). Los historiadores piensan que esta costumbre provenga de los “jardines de Adonis”, macetas que se colocaban para adornar la tumba del dios Adonis en las fiestas en su honor, en primavera, y que se preparaban con las mismas semillas. También se tapaban los santos de la iglesia con telas negras, en señal de luto.
En la misa vespertina del Jueves Santo se hacía el lavatorio de pies. Recuerdan en Chía como Mosén Ramón lavaba los pies a 12 niños (como el número de los apóstoles) que se colocaban en el altar de la iglesia, 6 a cada lado, y después les besaba los pies. Para este ceremonial, se utilizaba un bonito balde de casa Castán. Como el Viernes Santo no había consagración, la reserva de la Eucaristía se guardaba en el sagrario que se había ubicado en el Monumento, que estaba asociado con el sepulcro de Jesucristo. De esta forma se daba gran solemnidad a este sacramento, puesto que el Jueves Santo tuvo lugar al Última Cena.
El Jueves Santo era un día de penitencia, de oración y de vigilias para acompañar a Jesucristo en sus horas de angustia en el Huerto de los Olivos, donde estuvo rezando en espera de su martirio. En Chía, hasta las doce de la noche había dos personas a turnos custodiando el monumento.
Viernes Santo
Día de ayuno, abstinencia, oración y penitencia. No se trabajaba en todo el día, ni para quitar el polvo en las casas. Por la tarde noche acudían todos al Vía Crucis portando una vela. Se salía de la iglesia de San Vicente, se bajaba por la calle La Iglesia hasta el solanet, luego a bajar por la rullada a casa Mateu y de allí a subir por casa Matías a la plaza para volver por la carretera hasta la iglesia. En Chía, para cada una de las 14 estaciones (escenarios en los que está dividida la Pasión de Jesús, desde su condena a muerte hasta su sepultura) se cantaba una estrofa y un estribillo. Una de ellas decía [El archivo de sonido con la canción lo añadiremos a esta entrada después de la cuarentena]:
“Jesús víctima escogida
es condenado a morir.
Para darte eterna vida
quiere tal suerte sufrir”
Y el estribillo que seguía a cada estrofa:
“Por vuestra pasión sagrada
adorable Redentor
perdonad Jesús mío
a este pobre pecador”
Durante la procesión, Juan de Chuana (Juan Pallaruelo Mallo, 1884-1967) iba descalzo con cadenas en los pies. Esta tradición también la siguió su hijo Juan Pallaruelo Martín (1917-2003), alcalde hasta 1982.
Domingo de Pascua (Florida)
Se anunciaba la misa de Pascua con volteo de campanas. https://soundcloud.com/maria-antonia-nerin/volteo-de-campanas-pascua-de-resurreccion
Joaquín Pons Ballarín (1903-1981) de Llúsia falleció en mayo de 1981 y fue el último campanero de Chía, además de pregonero (ocupación que continuó Daniel, hijo del primer matrimonio de su mujer). Joaquín vino de San Feliu de Veri a casarse con Avelina Martín Fumanal (oriunda de Lérida), viuda del heredero de Llusia (José Castel Artiga). Joaquín Pons y Avelina Martín fueron padres de tres hijas, una de ellas, Alegría de Treseta.
A los toques de campanas dedicaremos una entrada monográfica en este blog y otra al “matrimonio en casa” que es una institución jurídica propiamente aragonesa.
A misa subía todo el pueblo. El coro, siempre entregado, en la misa de Pascua se empleaba a fondo. En la primera mitad del pasado siglo XX formaban el coro:
- José de Dorotea (José Mur Lamora, 1885-1962)
- José de Gregoria (José Pallaruelo Mur, 1889-1968)
- Ramón de Presín (Ramón Nerín Mora, 1875-1957)
- Juan Antonio de Ramondarcas (Juan Antonio Carrera Delmás, 1875-1948)
- Amado de Santamaría (Amado Mur Gabás, 1905-1974)
- Jorge de Siresa (Jorge Mora Fortuño, 1893-1957)
Las mujeres bajaban agua bendita a las casas, como símbolo protector y de renovación. Era un día de fiesta grande, una fiesta familiar como la Navidad.
[Muchas gracias a Asunción de Ramonot, Feli de Gregoria, Carmina de Presín, Juanito de Treseta, Federico de Sansa, Toño de Sansón y José de Coalu por su participación y asesoramiento]
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Je n’ai pas connu ces personnes mais à la fin de ma vie grâce à la généalogie elles sont devenues familières …. AMado était le frère de ma Maman et j’ose PAllaruelo Mur son Padrino