La noche de San Juan da para varias entradas en el blog, por la cantidad de ritos y creencias que la acompañan, las recetas de remedios y licores, y las leyendas de bruixas, metzinairas y encantarias. Es la fiesta del fuego, del agua y de la tierra que celebra la llegada del solsticio de verano en el hemisferio norte y que el cristianismo vinculó con el nacimiento de San Juan Bautista.
El fuego era muy significativo en Chía en torno al solsticio de invierno, presente en nuestra villa en la hoguera de Nochebuena y de San Antón. En el valle de Benasque, Sahún celebra una noche de fuego la vigilia de San Juan, vestigios de los ritos arcaicos relacionados con el sol; pero en el resto de pueblos de este valle, era principalmente la magia de las plantas, el agua y el rocío lo que aporta beneficios a los hombres y los animales, más que el fuego. La noche y amanecer de San Juan están envueltas de un halo mágico y misterioso que, a pesar de la razón y la ciencia del siglo XXI, gusta celebrar.
Mos cuentan las donas del llugá que las plantas medicinales se cuelgan en balcones y ventanas la noche de San Juan para que se mojen con el rocío del amancecer, como las flores de sauquero, para los resfriados y dolores de garganta, las de hipérico (o hierba de San Juan), para la cicatrización de las heridas, el tomillo o el romero. Por eso el refrán de «Para San Juan, el saúco en la mano». También hay que dejar al raso un barreño o un cubo con agua para que le caiga el rocío de esta «noche mágica» para luego lavarse toda la familia con este agua (o sanjuanarse) a la mañana siguiente y dar de beber a los animales. Este «baño» (o lavado de cara) puede hacerse con agua del barreño en la que ha caído el rocío, pero también en un río o arroyo, o directamente con la hierba que aún está mojada antes de salir el sol. Se pensaba que así estaba uno protegido de las enfermedades durante ese año. Otra virtud que se le atribuía al rocío de San Juan era «borrar» las verrugas o las marcas de la viruela. Al amanecer se recogía comida para los conejos y las primeras verduras del huerto, aún mojada por el rocío. Y para hacer un buen licor de nueces, hay que recogerlas (verdes) antes de que amanezca el día de San Juan; tenemos una receta que explicaremos mañana.
Los de Chía iban con frecuencia al valle de Chistau; de hecho, hay casas de Chía con antepasados del valle vecino. Además de ir por tener familia o negocios, gustaban de ir a las fiestas de Gistaín, Plan y San Juan de Plan, donde la noche de San Juan había hoguera, vino y baile. Nos dice Juan de Treseta: «Si vas ta Plan, llévate pan, que aigua del río ya t’en darán».
El fuego quema lo malo y aleja la mala suerte o energías negativas.
El agua es símbolo de salud y fertilidad.
Las plantas medicinales aportan efectos curativos y beneficiosos.
Es una noche en la que también las brujas hacían sus rituales. En el valle de Chistau se cree que para tener poderes de bruja «En Nochebuena de 12 a 1 se le quitan los ojos a un gato negro y se guardan en una caja. Se guarda hasta la noche de San Juan y se aguarda con la caja en un cruce de caminos de 12 a 1 y si aguantas, se tendrán poderes de bruja». (1)
Sobre esta Nit de San Chuan explicaba José Sanmartín Sopena, en patués de Benás, en la Revista Guayente:
(1) I Congreso de Aragón de Etnología y Antropología. Zaragoza, 1981. Brujería en la provincia de Huesca: zonas del Somontano y Ribagorza. Herminio Lafoz. p.56
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