La toponimia es, sin duda, un desafío intelectual. No consiste en buscar más o menos “similitudes” con alguna palabra que suene parecido, en hacer conjeturas peregrinas o en intentar “llevarse la pelota a casa”, como en más de una ocasión puede verse en publicaciones de autores catalanes1. A lo que hay que sumar lo que apuntaremos en repetidas ocasiones: hemos de leer con espíritu crítico y no dar por “verdad absoluta” todo lo que está escrito; primero, porque hay mucho hábito de copiar de una publicación a otra (el “corta y pega” que se dice ahora) sin contrastar la veracidad de la información que se copia y, segundo, porque la investigación y el conocimiento avanzan día a día, lo que conlleva adaptar lo que se da por verdad a los nuevos descubrimientos.
En el caso concreto de la toponimia, no sólo hay que conocer lenguas antiguas y las del entorno a estudio, es fundamental saber de las características físicas del territorio, su clima y medio natural, estructura económica, costumbres, dominar el dialecto local, analizar las interacciones de otras lenguas (vasco, gascón, ibérico, castellano y catalán para estudiar la toponimia de Ribagorza), ahondar en los aspectos históricos y los documentos que recogen los términos a estudio (cartularios o colecciones diplomáticas); así pues, no cualquiera puede adentrarse en este difícil campo de estudio. Y, lo que es más importante, no podemos creernos todo lo que puedan contarnos al respecto sin analizar los argumentos que apoyan una afirmación por las razones ya expuestas.
Sobre la toponimia de Chía pueden encontrarse varias interpretaciones publicadas en los últimos 20 años. Expondremos aquí lo más relevante de Mascaray, Terrado, Martín de las Pueblas, Selfa y Corominas para que cada uno saque sus conclusiones. Hoy es una entrada demasiado larga, pero valía la pena recoger al menos una referencia a todo lo que hemos encontrado al respecto. Para los que quieran quedarse en este párrafo, sin ninguna duda y después de haber leído a todos los autores, el análisis más acertado tanto en la evolución de Gía a Chía, como en su contexto socio-económico e histórico, es el de Bienvenido Mascaray, natural de Campo: Chía significa, con toda propiedad y pese a todo, “se cultivan las tierras” (sic)2.
A modo de premisas:
- los vascones ocuparon la zona pirenaica central y occidental; dice Moisés Selfa que se puede suponer que se hablaba el vascuence desde la Edad de Bronce3
- Mascaray opina: “(…) es evidente que Ribagorza formó parte del pueblo vascoparlante”. “(…) unos miles de años antes de Jesucristo, unos colectivos humanos desorganizados, deambulan por el territorio subsistiendo gracias a la recolección y la caza (…). De aquellas hordas se fueron separando paulatinamente individuos innominados que se asentaban en lugares que pasaban a ser de su propiedad (…) Estos lugares fueron designados con el apelativo aplicado por los demás a su morador permanente, y así nacieron los antropónimos. Pronto surgió en esas propiedades o posesiones la agricultura, y más tarde la ganadería. (…) la familia, la tribu y, siquiera en su estadío más primitivo, la civilización. (…) aquella lengua tribal, tan primitiva, algutinante, con marcadas diferencias de unas comarcas a otras, ya había nominado a individuos y lugares: montañas, ríos, lagos, poblamientos, cuevas y concavidades, crestas y simas; ya había un amplísimo “corpus” toponímico en lengua vasca”.4 (pp. 19 y 23)
Al pie, reproducimos el análisis que Bienvenido Mascaray4 de algunos antropónimos de nuestra zona (p.137), Eresué, Sesué, Ramastué, Renanué, apoyándose en la lengua vasca.
“Lo que hoy llamamos vasco es una reliquia de aquel extendido preindoeuropeo [la lengua del pueblo que ocupaba el sur de Europa antes de la llegada de los pueblos indoeuropeos en la Edad de Bronce]. Ciertamente que su parentesco es grande con el resto de las lenguas preindoeuropeas (lo que se ha dado en llamar ibérico). Ciertamente que el vasco y el ibérico se inscriben en un ámbito mayor, el preindoeuropeo, que los cobija y los explica.” (pp.45 y 46)
Martín de las Heras5, de la Universidad de Lérida propone “La etimología es incierta. Quizás un étimo también prerromano como EGIA “la ladera”, inspirado en la lengua vasca, fuera una alternativa aceptable. Esta nos parece, de momento, la hipótesis más plausible”.
Planteamiento que repite6, como coautor con Terrado y Selfa: “Corresponde al actual Chía, aldea situada sobre el margen derecho del Ésera, en la parte baja del valle de Benasque, separado de Castejón por unas tarteras impresionantes. Corominas tenía documentación del topónimo con la misma forma Gia, en una escritura de 1126. Sorprende, pues, que propusiera una etimología prerromana CElA ‘sima’, que en modo alguno podría dar Chía. Quizá un étimo también prerromano como EGIA ‘la ladera’, inspirado en la lengua vasca, fuera una alternativa aceptable”.
A lo que podemos contraponer que Chía está en un pequeño valle entre la Sierra de su mismo nombre y la Serreta; no tiene ningún sentido que signifique “ladera” (más aún en una zona pirenaica donde “ladera” no representa ninguna singularidad frente a Villanova o Sahún) y mucho menos “sima”, como propuso Corominas. Por otro lado, no parece fácil ni lógica la evolución de la forma EGIA a la de CHÍA.
No podemos obviar comentar que algunos autores apuntan a la presencia de musulmanes en Chía allá por el siglo XI-XII según nos comentó en los años 90 Ballestín un día que nos visitó. Por no cansar, reproducimos al pie el fragmento de la Biblioteca Hispanoárabe7 para remarcar que no hay ninguna evidencia ni vestigio que apoye esta conclusión, estando completamente de acuerdo con lo que Guillermo Tomás Faci comenta al respecto8.
Todos estos planteamientos no parecen muy acertados a la vista de los pocos argumentos que los apoyan y la nula correspondencia con las características diferenciadoras de esta población con respecto a las de su entorno. En este sentido reflejamos a continuación tres principios que remarca Mascaray4 (pp.25 y 26):
1º.- Nuestros antepasados vascos muestran siempre una absoluta, maravillosa fidelidad o realismo al nombrar (poner nombre) los lugares de su medio.
2º.- Nuestros antepasados vascos muestran un acierto total al escoger siempre, como esencia del topónimo descriptivo, el hecho, fenómeno o circunstancia más notorio por su particularidad diferenciadora
3º.- No se puede escribir seriamente sobre toponimia vasca ribagorzana si, tras el análisis lingüístico, no comprobamos sobre el terreno que se cumplen los dos principios anteriores.
Iremos viendo lo que nos diferencia de otros pueblos, como el ingenio cardigaso o el carácter difícil al que hacía referencia el abad de San Victorián cuando escribió en 1623 al Obispo de Barbastro diciéndole: “(…) en días atrás me pidien los de Chía les prestase pan a largos días y como estoy avisado que es gente de áspero trato y correspondencia, y están muy adeudados, no les dí.” En esa fecha los de Chía acudieron a San Victorián a pedir trigo prestado y a quejarse de que los diezmos estaban por encima de lo que ellos consideraban justo.
Pero, sobre todo, si algo ha caracterizado a Chía durante siglos, ha sido la calidad y cantidad de su cereal:
- Angel Ballarín: “En tems pasats, el Solano y Chía yeren els granés de Benás”.
- Madoz (Diccionario Geográfico-Estadístico-Histórico HUESCA 1845-1850) también remarca el buen cereal de Chía, p.169. “(…) PRODUCCIÓN: trigo superior a todo el del país, centeno, cebada, avena y legumbres. (…)”
Podemos invitar a los lingüistas a subir al yermo Garús, a 1.700 metros, y vean como aún se aprecian las terrazas en las que se sembraba -hasta no hace mucho- cebada, avena y centeno; el trigo se cultivaba en los campos entre los 1.200 y 1.400 metros de altitud.
Y no sólo esto, la superficie que se cultivaba era enorme. Para muestra, una foto aérea del ejército norteamericano de los campos de Chía en los años 40 del siglo XX. La masa forestal de ahora es enorme en relación a lo que había hace 75 años, porque toda la superficie se aprovechaba para sembrar.
Este rasgo distintivo o circunstancia notoria, el que se cultive (cereal), es lo que nos explica Bienvenido Mascaray2 para llegar a la conclusión de Chía significa, con toda propiedad y pese a todo, “se cultivan las tierras”:
“La forma Gia (…) requiere una matización entre castellano-parlantes. En lengua ibérica la /g/ representa siempre un sonido oclusivo-velar-sonoro, por lo que la lectura correcta era guía. La lectura incorrecta, según fonética románica, la convirtió en jía, como en tantísimos otros ejemplos que ya hemos contemplado en esta serie de toponimia altoaragonesa: Guere > Gere, Guinuábel > Ginuábel, Guiral > Giral, etc. Pero esta j, fricativa velar sorda es sumamente inestable y da generalmente en africada prepalatal sorda, con grafía ch: así en Jistau > Chistau, Jinasté > Chinasté o Chinast, Jaca > Chaca, etc. Todo ello es plenamente válido para Gia: tras un rápido paso por Jía, acaba en Chía, la forma actual.
Gia (…) del verbo ibérico gia[tu] (…) significa labrar, cultivar; esto es, efectuar el ciclo completo de cultivo, que entraña las labores de arar, sembrar, regar en ocasiones, recolectar, ensilar…, y no el simple aprovechamiento de hierbas y pastos. Y todo ello resulta sorprendente y un tanto anómalo en terrenos pirenaicos que se sitúan en el entorno, y aún por encima en ciertas partidas, de los 1.300 m de altitud. Viene este hecho, además, acompañado del alto rendimiento y calidad de las cosechas, tal como nos apuntaba Madoz. Y por último, la abundancia de tierras cultivadas. Todo lo cual se erigió en el hecho diferenciador recogido en el topónimo.”
Sin embargo, Martín de las Pueblas9 dice de Bienvenido Mascaray: “Llevado por la imaginación, todo encaja, cada topónimo se va dilucidando gracias a los supuestos conocimientos vascos de este erudito local”. Que cada cual saque sus conclusiones.
1Un ejemplo es la interpretación que hace Violant i Simorra con Bardaxi, rebatida con evidencias y argumentos de peso por Mascaray en la página 14 de su libro EL MISTERIO DE LA RIBAGORZA.
2 CUADERNOS ALTOARAGONESES. TOPONIMIA ALTOARAGONESA (286) Chía. Bienvenido Mascaray. 02/11/2014 https://www.diariodelaltoaragon.es/NoticiasImprimir.aspx?Id=901034
3Toponimia de origen euskérico en Ribagorza: el Valle Medio del Ésera (Huesca). Moisés Selfa Sastre.
4 Bienvenido Mascaray EL MISTERIO DE LA RIBAGORZA.
- – SESUÉ: buen ejemplo de la composición en que se fundamenta la lengua vasca. SOS (dinero) + SO (atento, vigilante) + -UÉ (sufijo de pertenencia -os diptongado en -ué) = Sossoué = Sesué = “la propiedad del (hombre) atento al dinero o interesado”
- – ERESUÉ: del vasco ERÉS (obstinado) + sufijo -UÉ = “la propiedad del (hombre) obstinado o terco”.
- – RAMASTUÉ: de MARAZT (pronúnciese marast), laborioso, diligente, solícito y sufijo -UÉ. “La metástasis de marast nos lleva paladinamente a ramast-ué = la propiedad del (hombre) laborioso”.
- – RENANUÉ: de nare (tranquilo, calmoso) + n + -ué. Antropónimo vasco, con metástasis sencilla y aglutinación mediante n. “La propiedad del (hombre) tranquilo”.
5TOPONIMIA DE RIBAGORZA. CHÍA. 2003. Ed. Milenio. Jesús MARTÍN DE LAS PUEBLAS, María Asunción HIDALGO. P.16.
6Terrado J, Martín de las Pueblas J, Selfa M. LAS DÉCIMAS DE CASTEJÓN DE SOS. ¿VESTIGIOS DEL PRIMITIVO ROMANCE RIBAGORZANO? p.176
7Codera F, Ribera F (eds.). Biblioteca hispanoárabe. Vol IV. Bibliografía nº303. Cesaraugusta 189-1895.
“(…) Yahya bn Sualyman bn Yusuf al-Ansari Abu-l-Walid, natural de Lérida y conocido por su procedencia de Chía, aldea (de allá arriba) lejana (…) estudió jurisprudencia islámica y fue jefe de justicia de Lérida, su país y emigró de él después de que entraran los cristianos, en el año 545 [=1150 ya que los años musulmanes son lunares y resultan once días más cortos que los de la era cristiana, además de que empiezan “a contar” a partir de la Héjira, año 622 de la era cristiana, cuando Mahoma huyó de la Meca a Medina] y se estableció en Valencia (…) y murió en el año 548″ [= 1153].
8Aragón en la Edad Media. 2008. Tomás Faci G. Conflictos durante la construcción de los señoríos en Ribagorza (siglos XI y XII). pp. 795-810 ISSN 0213-2486
“(…) Aunque sea brevemente hay que hacerse eco de la existencia de una comunidad islámica en Chía hasta el siglo XI, en X. Ballestín, “Prosopographia dels fuqaha i Ulema de la zona oriental del tagr al-a la: Balagà, Larida, Turtusa” en Estudios Onomástico-Biográficos del al-Ándalus, 5.VI (1994), pp-55-119. Este autor propone identificar Chía con el topónimo de las fuentes árabes Siyya, situada min’amal Larida (en el territorio de Lérida). El argumento de la similitud fonética con Chía nos parece a todas luces insuficiente, puesto que, si bien estamos de acuerdo en descartar que se trate de Ejea de los Caballeros (Siyya en árabe) por razones geográficas, Ballestín olvida que, sin ir más lejos, existen otros topónimos similares a éste en Ribagorza. La debilidad del razonamiento toponímico, junto al hecho de que no aparezca ninguna huella de presencia islámica en el valle de Benasque en la documentación cristiana, nos llevan a considerar errónea esta propuesta”.
9 P.192 ESTUDIO LINGüíSTICO DE LA TOPONIMIA DEL VALLE DE BENASQUE. http://revistas.iea.es/index.php/ALZ/article/download/228/227
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