Siempre que abordamos las tradiciones religiosas, hacemos el apunte de que cada época histórica ha tenido sus creencias y ritos, que se han ido transformando y adaptando a las “nuevas corrientes” propias de cada nueva civilización que se instalaba en el territorio, sin perderse del todo los ritos y costumbres anteriores.
El “saber hacer fuego” fue un gran avance para la raza humana; de hecho, el culto al fuego lo vemos en todas las civilizaciones antiguas, mucho antes de la aparición del cristianismo. Dice Violant i Simorra1 del fuego de Navidad en el Pirineo español: “la Navidad antigua fiesta del solsiticio de invierno fue, hasta hace pocos años, una de las más características de los Pirineos; pero a la liturgia cristiana se mezclan no pocas notas del paganismo, siendo las más interesantes las relacionadas con el leño o tizón de Navidad y las hogueras públicas (…)”
Hace años, en Chía se reunían en Nochebuena alrededor de una hoguera que ardía toda la noche en la plaza. Al salir de la misa del gallo se juntaban alrededor de la hoguera para comer figas y nueses, beber poncho calén y cantar villancicos. De esta forma, en aquellos tiempos en los que no había ni luz, ni calefacción en las casas, era una forma de reunirse y de estar calientes, de celebrar todos juntos la fiesta de Navidad. El que la hoguera pública durara más o menos tiempo dependía de la cantidad de leña que se había recogido los días (o semanas) previos. En cualquier caso, las brasas y troncos que no se habían consumido completamente se transportaban a las casas para que terminaran de quemar en las chimeneas y braseros. ¿Esta costumbre (ya perdida) puede tener su origen en la costumbre griega y romana de conservar fuego encendido en el altar de los dioses que había en todos los hogares?
Otra tradición de esta tierra pirenaica era la de “Truca a la Rabasa”, la tronca de Navidad, que aún se conserva en las casas con niños pequeños. Según Antonio Beltrán2, la tronca simbolizaría “la raíz de la casa” que está vinculada al fuego y a la familia. Se coloca en la sala-cocina, junto al hogar bajo, para que los niños le den golpes con un palo o el atizador mientras recitan alguna de las versiones:
Rabasa de Nabidat
caga torrons,
no cagues bellotas
que son ágras,
caga torrons
que son dolsets
Rabasa de Nabidat
caga torrons,
pixa vino bllanco
y moltas golosinas
La tronca es un tronco grande hueco o con agujeros (un tocón de árbol con la parte gruesa de la raíz) para poder esconder los turrones, mandarinas, guirlaches, chocolate, galletas, nueces, higos secos o caramelos que iban saliendo (con “ayuda” de los mayores) cuando los niños la golpeaban. La tronca podía guardarse de un año para otro, o quemarse al final de las fiestas para esparcir las cenizas en los campos y huertos, con la intención de protegerlos y para aportar fertilidad. El cabeza de familia bendecía y presignaba la tronca rociándola con vino (“bautisá la tronca”) antes de que los niños empezarán a golpearla; algunos recitaban:
Buen tisón, buen varón
Buena casa, buena brasa
Dios bendiga
a l’amo y dueña
d’ista casa.
Buen tirón, buen varón
Buena casa, buena brasa
Dios mantenga
els d’ista casa
Momentos de magia y entusiasmo que niños y adultos disfrutaban en familia. La tradición de que los Reyes Magos dejaran regalos a los niños es relativamente reciente, se inició a mediados del siglo XIX. Sin embargo, la tradición de la tronca se remonta a muchos siglos atrás.
Las hogueras de las plazas son un “ritual exterior o público”; la tronca es un “ritual interior o íntimo de la familia”. Estos rituales de Navidad, paganos en su origen, coinciden con el solsticio de invierno, cuando se invierte la proporción luz/oscuridad y los días empiezan a alargarse. La Navidad celebra el nacimiento de Cristo, Luz y Vida para los cristianos. Para algunos investigadores, el fuego es un símbolo de purificación (quemar todo lo malo, perjudicial o dañino), para otros, es un símbolo de la luz y calor del sol. Cristo viene a purificarnos, a librarnos del pecado original, a traernos la luz (y el calor) de la salvación.
Las creencias fueron cambiando a lo largo de miles de años, mientras que los rituales/celebraciones se han ido conservando para facilitar la aceptación popular… con las adaptaciones oportunas; aunque no sabemos si acabaran por olvidarse tradiciones que tienen siglos de trayectoria y que, aparte de ser manifestaciones externas de celebraciones más o menos paganas, más o menos religiosas, han sido esencia de la convivencia en los pueblos y las familias.
1VIOLANT I SIMORRA, R. El Pirineo español. Madrid, 1949. pp.558
2BELTRÁN, A. Diciembre y sus fiestas. Heraldo de Aragón, 22 de diciembre de 1991.
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